Nota invitada: Anclas en el balneario San Cayetano

A continuación les presento una nota compartida amablemente por Guido A. Seidel, de Tandil, quien visitó el balneario San Cayetano para analizar en primera persona el descubrimiento de unas antiguas anclas que tuvo cierta repercusión en la prensa durante el verano. Las historias de naufragios son una de las secciones principales de este blog, y si bien en este caso no se trata de naufragio patagónico, se trata de un hallazgo que puede tener interesantes repercusiones. Así que no me voy a demorar más y los dejo de la mano del relato de Guido, quien también tomó las fotos que acompañan el texto.


Extracción de las anclas del balneario San Cayetano empleando maquinaria vial. Fuente: La Voz del Pueblo.

 

Anclas en el balneario San Cayetano - Observaciones preliminares

Por Guido Andres Seidel

Habiendo tomado conocimiento por los medios del hallazgo de interesantísimo material arqueológico en el balneario San Cayetano situado sobre la costa bonaerense, hice un viaje de investigación para estudiarlo. Llegado al lugar pude apreciar la existencia de dos anclas muy antiguas y gran cantidad de grilletes de cadena ubicadas en un predio de servicios donde se encuentran la Dirección de Turismo local, la dependencia local de la PNA, bomberos y el corralón municipal. Los restos se encontraban rodeados de conos enlazados con cinta roja de seguridad.

Me dirigí en primera instancia a la dependencia local de PNA para presentarme y saludar, no encontrando a nadie a pesar de volver en varias oportunidades. Viendo mi interés se acercó una funcionaria de turismo que resultó ser la coordinadora de esa cartera, Lucía Camejo, quien me atendió con gran deferencia y entusiasmo por la importancia de este fascinante descubrimiento. De ella obtuve la información del hallazgo, que complementé con la declaración de los guardavidas que entrevisté mas tarde.

Fuente: Guido A. Seidel


Durante una bajante extraordinaria del dia 13/02/2021 los guardavidas observaron la presencia de un objeto que sobresalía del agua y que resultó la punta de un ancla. Enteradas las autoridades locales se resolvió su extracción por razones de seguridad empleando maquinaria pesada, maniobra que no debió realizarse bajo ninguna circunstancia antes de dar intervención al INAPL como organismo nacional competente. Según me contó Lucía la única autoridad a nivel nacional notificada fue el CONICET. Salvo fotografías durante la extracción no se cumplió con ninguna otra precaución de preservación y bosquejo del campo de restos y disposición del mismo, toma de posición geográfica, etc.

Todo el operativo se desarrolló sin observar las disposiciones de la Ley Nacional 25.743 de Protección del Patrimonio Cultural Subacuático. La razón esgrimida de seguridad para los bañistas es de difícil justificación ya que un vallado del lugar a la espera de la visita de especialistas del órgano oficial competente antes mencionado (INAPL), que determinarían los pasos a seguir, fácilmente hubieran conjurado cualquier peligro. Por otro lado con esa precaución y tratándose de restos que se encuentran allí desde hace por lo menos ciento cincuenta años sin haber sido detectados o haber ocasionado lesiones en los veintipico de años de existencia del balneario, tranquilamente se podría haber esperado algunos días más. Alterándose de esta manera el campo de restos se ha perdido para siempre la valiosísima posibilidad de estudios in situ que podrían aportar elementos de juicio para avanzar en la investigación.

Fuente: Guido A. Seidel


Con la autorización de la funcionaria municipal que me atendió pude traspasar el cerco de seguridad para realizar estudios no invasivos consistente en observación ocular, medición e imágenes de fotografía digital. Los restos observados consisten en dos anclas tipo almirantazgo completas junto con lo que se estimó en la cantidad de unos 300 metros de cadena.

El ancla Nº 1 mide 234 cm de caña, los brazos abarcan 164 cm y el ancla Nº 2 mide 223 cm, los brazos abarcan 155 cm. Los mapas de cada ancla (es la superficie plana de apoyo) miden 40 cm de ancho con un largo de 73 cm con su punta aguzada en los picos de loro (la punta que se entierra). El mapa del ancla Nro 2 se encuentra parcialmente desprendida, de lo que se deduce que son anclas compuestas y no fundidas en un unidad.

De los dos cepos (pieza postiza perpendicular al brazo que sirve para mantener los brazos en posición vertical durante el fondeo y permitir el trabajo de las uñas o picos de loro) uno se encontró separado del ancla y el otro se separó durante la extracción. Uno está entero y mide 236 cm, el otro se encuentra partido en dos pedazos y su largo es similar. El diámetro de ambos cepos es de 11 cm. Es llamativo que ambos son cepos rectos, sin un extremo con bola, ni el codo con bola como es habitual ver, disposición que se tomaba por un lado para que el cepo no se saliera de su orificio y para que tuviera mas superficie de apoyo en el fondo y no se enterrara tanto. El cepo de las anclas tipo almirantazgo tenia esta disposición para poder plegarse sobre el cuerpo del ancla y facilitar la estiba.

Fuente: Guido A. Seidel


Las cadenas son del tipo con contrete, o sea con un refuerzo al medio para aumentar su resistencia. Los eslabones miden 20 cm de largo por 13 de ancho. En el montón pude observar no menos de dos grilletes de unión, no así grilletes giratorios, pieza que se usaba para que la cadena no se enredara o tomara vueltas durante los borneos del barco sobre su fondeo, pero que pueden haber quedado en el fondo del montón.

Aun no he podido localizar una fuente como para situar históricamente en forma precisa el aditamento del contrete para aumentar la resistencia estructural de los eslabones en comparación a las cadenas que carecían de él. Pero no es descabellado suponer que es una invención de larga data que puede rastrearse hasta los comienzos de la Revolución Industrial. A modo de testimonio histórico directo podemos apreciar que algunas de las cadenas halladas en el escenario de la batalla de Vuelta de Obligado de 1845 ya tenían algunos eslabones con contrete. Dado que seguramente eran cadenas descartadas y/o provenientes de navíos siniestrados podemos suponer que estuvieron dando vueltas y su fabricación es anterior a la fecha de la batalla.

Lo que fue sumamente interesante observar fue la presencia de los dos escobenes, piezas en forma de tubo que formaba parte de la estructura del barco por el que se deslizaba la cadena desde su caja hacia afuera y absorbían el roce de la misma al ingresar o salir. El gran interés que despiertan para la investigación es que encontrándolas separadas de esta manera lleva a la casi completa certeza de que las anclas prestaban utilidad en un barco de madera. Ambos escobenes miden 73 cm de largo por 25 cm de diámetro.

Fuente: Guido A. Seidel


El arganeo (gran argolla en la punta del ancla para unirla con la cadena) del ancla Nro 1 (la mas larga) está entalingada (unida) con un grillete con perno, en cambio el ancla Nro. 2 tiene una argolla enteriza.

El escoben del ancla Nº 1 quedó a unos dos metros del arganeo, mientras que el del Nº 2 se encuentra casi inmediatamente después del mismo. Este detalle permite suponer que ambas anclas se encontraban aún izadas, una mas arriba que la otra. Este detalle revelador se encuentra reforzada por otro detalle proporcionado por uno de los guardavidas intervinientes en el sentido que cuando fueron encontradas ambas anclas distaban unos cinco o seis metros entre si, lo que es razonablemente consistente con la manga (ancho) de un barco importante a proa (adelante). Lamentablemente dadas las labores de extracción sin supervisión de personal experto, no se puede estar seguro que la importantísima posición de los escobenes respecto de las cadenas sea la que quedó luego del naufragio o es el resultado de los tirones de la maquinaria pesada utilizada.

Fuente: Guido A. Seidel

 

Fuente: Guido A. Seidel

En un velero había tres maneras de llevar las anclas. Una durante la navegación era trincada (atada) sobre un plataforma sobre cubierta apenas detrás de los escobenes, o colgada con el arganeo de unos gruesos pescantes llamados serviolas o pescantes de gata, hechos firmes a la regala. La tercera posición se denomina a la pendura que es cuando ya el ancla cuelga libremente del escoben listo para ser fondeada. Esta seria la posición en que un capitán prudente las llevaría a modo de precaución para un fondeo de emergencia para frenar la arrancada, sobre todo en un velero. Suponiendo que la posición de los escobenes fuera la original, parece posible que la ancla Nº 2 se encontraba dispuesta a la pendura. El mayor largo de cadena entre arganeo y escoben de la Nº 1 puede indicar o una pendura mas cerca del agua o una posición hecha firme al pescante.

En lo que respecta a una relación a su tamaño y peso, una lista de anclas de tipo almirantazgo con cepo del Lloyds Register de Londres la ubica en el orden de los 700/800 kilos. Un peso realmente importante e indicativo de haber pertenecido a un velero de porte. Dada su silueta que ofrecía gran resistencia al viento los veleros requerían un buen fondeo, que se lograba con la forma y peso del ancla al que se agregaba el peso de la cadena que se disponía en cierto ángulo al fondo según el material del tenedero, en una curva llamada catenaria.

Llegado al momento de intentar algunas conclusiones, nos sirven tanto las anclas en si, como la conclusión de que se trataba de un barco de madera. Las anclas tipo almirantazgo se comenzaron a usar masivamente después de que el almirantazgo británico las patentara en 1852. Se usaban desde antes, tan lejos como 1840, fecha aproximada en que con la revolución industrial cuando la mayor oferta de hierro permitió reemplazar los fondeos de calabrotes de cáñamo por cadenas. A finales del siglo XIX el diseño de las anclas comenzó a cambiar hacia modelos sin cepo más manuables, y la adopción de brazos articulados con respecto a la caña que aseguraban dos picos de loro o uñas enterradas en lugar de la antigua donde siempre una apuntaba inútilmente hacia arriba. Claro, no hay una fecha limite de uso ya que no se sabe cuantas anclas anticuadas siguieron usándose en tiempos mas cercanos.

Aquí acude en ayuda la figura del barco de madera para complementar la información. La fecha tentativa de mediados del siglo XIX que nos da el ancla nos sitúa en una época en que la construcción en hierro aún no había reemplazado totalmente a la madera en la construcción naval. Inglaterra y varios países de Europa con tradición en la materia tenían sus bosques de robles severamente depredados por las exigencias de los astilleros ya en 1850 y debían recurrir a nuevos tipos de madera de sus colonias o se decantó por una construcción compound (mixta) o directamente metálica. Estados Unidos con mayor cantidad de bosques aún disponibles continuó fabricando buenos buques de madera hasta 1890. Un barco mercante de madera se construía para durar unos 15 años, luego ya estaba amortizado y era antieconómico su mantenimiento.

Fuente: Guido A. Seidel


Durante el periodo que suponemos pertenecía el pecio en que estaban instaladas las cadenas se utilizaban veleros del tipo clipper, down-eastern más rollizos, balleneros o loberos muy macizos y resistentes, y las ubicuas goletas o bergantines-goleta, todos ellos de dos o tres mástiles. En conversaciones con algunos habitantes del lugar del hallazgo parece haber sido una constante la aparición de “tablones de madera” en el lugar luego de las tormentas lo que refuerza la teoría del barco de ese material. Se habla de gente que incluso tiene alguna de estas tablas en su casa. En base a la interpretación de fechas de la variable ancla combinada con la variable velero de madera es posible ubicar el pecio de San Cayetano en la segunda mitad del siglo XIX o principios del XX. Los estudios de los especialistas podrán acotar el periodo en cuestión.

Toda la costa argentina ha sido escenario de intenso movimiento marítimo desde hace cientos de años. Luego de la colonización y hasta el advenimiento de una nación organizada el litoral de nuestro país ha sido objeto del expolio de caza de focas y ballenas por parte de navegantes de todas las nacionalidades. Hasta el advenimiento del canal de Panamá en 1914 todo el tráfico marítimo para unir ambas costas de EEUU por mar se hizo por la ruta del Cabo de Hornos. Durante la época que nos interesa al tráfico marítimo normal se agregaron las grandes migraciones humanas que provocaron las fiebres del oro en California y Alaska. Es bastante lógico suponer que no todos los barcos llegaran a buen puerto, y la costa de la provincia de Buenos Aires es especialmente pródiga en ejemplos. Se tiene uno muy importante en la vecina Reta, pecio del mismo periodo en cuya excavación a cargo de la desaparecida Fundación Albenga participó el suscripto en 2002.

Fuente: Guido A. Seidel


Con respecto al futuro del material y las disposiciones a ser tomadas, recomiendo a las autoridades locales la inmediata notificación al INAPL como órgano competente en la materia, y se tome conciencia de que se trata de elementos de inmenso valor arqueológico e histórico. Huelga decir que a partir de la extracción irregular del mismo se ha dado comienzo a un proceso de desintegración del material con procesos químicos inherentes a metal que ha estado en el mar durante alrededor de un siglo y medio y cuya oxidación se ve ahora acelerada expuesta al aire.

También recomiendo que se alerte al personal que cumple funciones en el área de baño en procura de asegurar cualquier otro resto que pueda aparecer. Resulta obvio que la brutal manera de extraer anclas y cadenas puede haber alterado la geografía del campo de restos liberándolos de arena, piedras o restos mismos del pecio y que podrían llegar a quedar ahora merced a las inclemencias del mar.

Tandil, febrero de 2021

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