Un bote a la deriva entre Malvinas y Chubut: la odisea de los Newman (1901)

La nota de hoy está dedicada a una historia de náufragos a la deriva que conecta a las islas Malvinas con Chubut en los albores del siglo XX. La Historia, con mayúsculas, suele guardar sucesos como el que les voy a contar, mezcla de tragedias y azares, que son casi tan increíbles como las mejores novelas de ficción. Tomé contacto con esta historia gracias a una publicación compartida en Facebook, sobre la cual luego estuve indagando y ampliando un poco a través de documentos de la época. Esta historia comienza en dos lugares diferentes, con dos tramas independientes, que luego convergen en un punto común. Pero mejor me dejo de tanta palabrería y los invito a conocer los detalles de la historia de los Newman de Malvinas, aunque para ello primero debemos empezar por el naufragio del Muncaster Castle, a cientos de kilómetros del archipiélago.

Los protagonistas de esta historia: Fred Newman, su hijo Frederick, y el bote que fue su hogar durante dos largos meses. Fuente: Revista Caras y Caretas, 20 de julio de 1901.


El Muncaster Castle

La primera trama de la historia comienza con el naufragio de un barco británico de cuatro palos denominado Muncaster Castle, que se dirigía a Iquique con un cargamento de carbón. Había zarpado el 13 de marzo de 1901 de Port Talbot (Gales) e iba al mando del Capitán John Henderson. El 20 de mayo del mismo año, mientras navegaba rodeando al archipiélago de Año Nuevo, ubicado al norte de la isla de los Estados, se vio sorprendido por una densa niebla que lo llevó a naufragar luego de chocar contra las rocas de estas islas. Los veintinueve tripulantes del barco se salvaron, y algunos de ellos incluso llegaron hasta Puerto Cook, donde se emplazaba el presidio de la Isla de los Estados (poco tiempo después este presidio sería cerrado), mientras que el resto fue socorrido por personal de la Subprefectura emplazada en dicho puerto. Posteriormente todos ellos fueron fueron embarcados en el transporte ARA Guardia Nacional, un vapor de 7000 toneladas adquirido por el gobierno nacional en 1898 para reforzar las comunicaciones en todo el litoral atlántico de la Patagonia.

Fotografía del Muncaster Castle en un puerto desconocido, circa 1895. Fuente: State Library South Australia.

Transporte ARA Guardia Nacional. Fuente: Histarmar.

La mudanza de la familia Newman

A cientos de kilómetros del lugar donde el transporte Guardia Nacional iba a rescatar a los náufragos del Muncaster Castle, comenzaba una historia dramática que tendría a un padre y su hijo como protagonistas. El domingo 5 de mayo, Fred Newman y su familia partieron de Caleta Trullo (Teal Inlet), en las islas Malvinas, con dirección a Stanley. La familia Newman y todas sus pertenencias se embarcaron en el cuter Shamrock, mientras que el señor Fred Newman y su hijo de 9 años, también llamado Frederick, viajaron en otra embarcación. Fred, carpintero de oficio, había construido un bote en su tiempo libre, de unos 8 metros de largo, 2,5 metros de ancho y 1,07 metros de profundidad, y deseaba navegar con él hasta Stanley, que estaba a unos 60 kilómetros de Caleta Trullo, lo cual implicaba unas 9 horas de viaje en condiciones normales. En realidad, este bote no lo había construido desde cero, sino que era un antiguo bote salvavidas que había recibido como parte del pago por el trabajo que había realizado al ayudar a salvar la carga de madera de la barca Dennis Brundrit, que había encallado el 20 de julio de 1892. Newman hizo diferentes reparaciones en el bote, levantó la borda unos centímetros, la recubrió y había utilizado un palo como mástil, empleando restos de la barca Dennis Brundrit como materia prima.

La cuestión es que Fred partió antes que el Shamrock y enfiló fuera de la caleta, a través de las aguas de la Bahía del Aceite o de la Maravilla (Salvador Water). Horas más tarde Fred y su hijo fueron sobrepasados por el Shamrock, a la altura de Punta Voluntario. Mientras los adelantaban, desde el Shamrock los llamaron para saber si estaban bien o si debían esperar o remolcarlo, pero como todo iba bien, los dejaron atrás y siguieron hasta Stanley, adonde arribaron por la tarde, sin saber que Fred y su hijo estaban a punto de comenzar una odisea.

El drama que comenzó ese domingo de mayo fue culpa del viento. La noche del domingo fue bastante agitada, según el testimonio posterior de Fred, y el lunes sopló un feroz vendaval, de los más intensos de ese año, que fue lo suficientemente fuerte como para obligar a otras embarcaciones a refugiarse. El martes por la mañana, Fred Newnam descubrió que su bote se había alejado de tierra firme y que apenas podía distinguir el faro del cabo San Felipe (Cabo Pembroke), el cual le señalaba el camino para llegar a Stanley. Desafortunadamente el vendaval había dañado el bote y no pudo izar las velas, por lo que no logró acercarse a la isla, y quedó a la deriva.

Recorte del Falklands Islands Magazine de julio de 1901, en donde se informa que no hay noticias ni de Fred Newman ni de su cúter. Fuente: Jane Cameron National Archives.


Mapa parcial de la parte noreste de la isla Soledad, donde se puede apreciar la ruta aproximada que tenía que hacer la familia Newman, partiendo de Caleta Trullo (1), pasando por Punta Voluntario (2) e ingresando por el norte del Cabo San Felipe (3), hasta llegar a Stanley (4).


Una larga travesía no planificada

Fred y su hijo se encontraban en una muy mala situación, aunque afortunadamente estaban bien provistos de víveres, más teniendo en cuenta que habían zarpado de Caleta Trullo pensando en una corta travesía. A bordo del bote tenían una pequeña cantidad cocinada, una oveja entera (muerta) y un cerdo salado. La esposa de Fred le había cocinado una buena cantidad de pan antes de partir y además llevaban algo de harina y té, aunque no tenían medios para cocinar. Llevaban agua potable, que lograron racionarla para que dure 21 días. Pero por sobre todo, lo que terminó salvándoles fue la gran cantidad de nabos y patatas crudas que, como consecuencia de su mudanza, habían sacado de su jardín en Caleta Trullo. Estos resultaron ser el mejor alimento, ya que les proveía de los nutrientes suficientes, así como de la humedad necesaria, para subsistir un largo período.

Durante varias semanas Fred y su hijo erraron por el Atlántico Sur con el anhelo de volver a las Malvinas pero con una esperanza menguante. Dos veces avistaron un barco, y en ambas ocasiones estaban demasiado lejos para ser vistos. El derrotero exacto no quedó registrado, y es posible que ni Fred Newman supiese donde estaba, pero al parecer se dirigieron al sur y se encontraron en el medio de un banco de ballenas. En algún momento el viento los impulsó hacia el norte y, al darse cuenta que la temperatura subía, Fred se dirigió a la costa. Durante cinco días navegaron hacia el oeste y avistaron tierra. Llegaron a poca distancia de la costa, pero entonces, como si se tratase de una mala broma del destino, el viento amainó y la corriente marina los llevó nuevamente hacia mar adentro, a pesar de remar infructuosamente en el sentido contrario.


Así fue como encontraron los tripulantes del ARA Guardia Nacional a Fred Newman y su hijo Frederick. Fuente: Revista Caras y Caretas, 20 de julio de 1901.


Un encuentro inesperado en la costa chubutense

Hasta este punto hay dos historias que suceden en paralelo. El transporte ARA Guardia Nacional rescata a los náufragos del Muncaster Castle que estaban en la Isla de los Estados mientras Fred y su hijo flotan a la deriva entre las Islas Malvinas y el continente. Entre el 30 de junio y el 1º de julio llovió mucho, lo cual permitió que los Newman se abastecieran de agua dulce. El 6 de julio lograron acercarse de nuevo a la costa y fue entonces que vieron la silueta de un vapor acercándose. Newman izó, como pudo, un trozo de tela negra como señal de socorro y, sosteniendo a su hijo en brazos, hizo lo posible por atraer la atención del vapor que se acercaba. El vapor en cuestión era, ni más ni menos, el ARA Guardia Nacional, que se dirigía a Buenos Aires y ese día se hallaba a mitad de camino entre Cabo Raso y Camarones (posiblemente cerca de Santa Elena). Imaginen la sorpresa cuando, en el medio del mar, divisaron un pequeño bote a vela, con un paño negro enarbolado desde donde les hacían desesperadas señas. El Guardia Nacional se aproximó a la embarcación y, supongo, el comandante Exequiel Guttero se refregó los ojos y tuvo que ver dos veces para convencerse de lo que veía. Al rato, Newman, su hijo y su bote estaban todos a bordo del vapor argentino, donde fueron recibidos y tratados con la mayor amabilidad, recibiendo muchas atenciones por parte de la tripulación y los demás pasajeros. Después de 62 días de navegación por el Atlántico sur, sin saber por dónde estaban (Fred llegó a pensar que estaban en la zona del Estrecho de Magallanes), los Newman seguramente respiraron aliviados y se habrán cansado de contar su historia una y mil veces a todos los interesados. Ambos estaban, por supuesto, agotados después de su larga travesía y sufrían especialmente de hinchazón en sus extremidades.


Los Newman junto con el comandante del ARA Guardia Nacional, Exequiel Guttero, y otros dos tripulantes. Fuente: Revista Caras y Caretas, 20 de julio de 1901.

Final feliz

Todo el mundo estaba muy emocionado con la increíble historia de los Newman. Dicen que se hizo una colecta entre los pasajeros del ARA Guardia Nacional, en la que recaudaron 146,50 dólares para ellos (esos dólares de 1901 equivalen a unos 4800 dólares de 2022). A su llegada a Buenos Aires, había un gran interés por parte de la gente en general por conocer a los héroes de esta peculiar odisea marítima, y todos querían tomarse fotografías con ellos. Los Newman fueron recibidos por el ministro de Marina y luego visitaron al presidente Roca, quien le regaló 25 dólares al niño. En cuanto al bote que fue su hogar durante 62 días, al que se habían abordado un 5 de mayo para hacer un viaje de no más de 9 horas, Fred Newman se vio obligado a venderlo en Buenos Aires, ya que suponía muchos problemas y gastos traerla de vuelta a Stanley. Fred y su hijo volvieron a las Malvinas en el vapor Orellana en agosto de 1901, donde se reunieron con su familia y la hija recién nacida, de apenas tres meses. según relatos de la época, dicen que "estaba sano y salvo en Stanley una vez más, realizando su trabajo diario como si nunca hubiera sido interrumpido y sintiéndose nada mal por su maravillosa aventura".


Nota de la Sra. Newman publicada en el Falklands Islands Magazine de noviembre de 1901, agradeciendo por todas las atenciones que le fueron dispensadas durante la ausencia de su marido. Fuente: Jane Cameron National Archives.

Diferentes cartas de agradecimiento a la tripulación del ARA Guardia Nacional publicadas en el Falklands Islands Magazine de noviembre de 1901. Fuente: Jane Cameron National Archives.

Una curiosidad al margen

En el transcurso de la redacción de esta nota, mientras buscaba material y referencias para completar los huecos de la historia, hallé una rara referencia moderna que termina siendo una nota de color inclasificable. En la página web de una escuela primaria de Hungría (sí, Hungría), en la ciudad de Szarvas, se encuentran unas fotos de un acto escolar de 2010 en el cual, al parecer, se representa la historia de los Newman. De más está decir que no entiendo húngaro y el contexto es raro, pero de los textos en inglés que acompañan las fotos, y las mismas fotos, parece deducirse que dramatizaron la historia como parte de algún evento escolar. Me pareció algo tan curioso que merecía su lugar en esta nota.

 

Palabras finales

Esta historia es una raro caso de historia de naufragios y marinos perdidos donde todo termina bien, ya que tanto los náufragos del Muncaster Castle como los Newman sobrevivieron a sus dramas particulares. En los mares australes eso no fue lo más común, sino más bien lo contrario: barcos perdidos, náufragos que nunca fueron rescatados, tormentas violentas que llevaron al fondo de mar a bravos marinos, y un largo etcétera de historias trágicas. Pero el atractivo de esta historia se halla en, justamente, este final feliz. Un padre y su hijo, solos a bordo de un bote con nulas comodidades, navegando sin rumbo durante dos meses. Difícil es imaginarse las angustias y temores que vivieron durante esos días, y sorprende el buen estado en que fueron hallados.

Tenía otra historia más para contar, similar a ésta pero con un final no tan feliz, pero decidí reservarla para una nota futura, teniendo en cuenta que hay una buena cantidad de material para procesar. Espero publicarla en breve, mientras tanto, me despido hasta la próxima entrada, agradeciendo como siempre que hayan llegado hasta aquí.

Comentarios

  1. Muy buena historia!!! Otra muestra mas de la convivencia de las relaciones de cooperacion y solidaridad entre las Malvinas y el continente antes de la guerra.

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    1. Gracias Maxi por tu comentario. Como ya le hemos charlado en otra ocasión, la guerra dañó muy fuertemente la relación y generó un resentimiento que va a llevar mucho tiempo revertir. Saludos

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