La isla misteriosa en el confín de la Patagonia

Una de las novelas más conocidas de Julio Verne se titulaba "La isla misteriosa" (1874-1875), la cual trata sobre un grupo de prisioneros que huyen de los Estados Unidos de Norteamérica luego de la guerra de Secesión, y arriban a una isla desconocida en donde deben enfrentar una serie de peligros para poder escapar de allí. La idea de que exista una isla desconocida en nuestro planeta era algo posible a finales del siglo XIX, pero que suena descabellado hoy en día, con satélites y Google Maps por todos lados, pero no siempre fue así. La cartografía en la época de los viajes y descubrimientos, hasta finales del siglo XIX (o incluso comienzos del XX), está plagada de ejemplos de islas o porciones de tierra que luego se revelaron inexistentes, además de otros accidentes geográficos, como ríos, montañas, golfos, etc., como ya se trató acá, en este blog, cuando comenté el caso del fantasmal río Cananor. Entre todas esas islas fantasmas, producto de malas observaciones provocadas por el clima o la falta de experiencia de algunos observadores y/o errores de coordenadas por deficiencias instrumentales o de representación en las cartas de navegación, la entrada de hoy está dedicada a una que fue bautizada como isla Elizabeth, que solo fue visitada una vez, y que (supuestamente) se hallaba más al sur del Cabo de Hornos.

Mapa de fantasía generado con el Donjon Fantasy World Generator.

Desembarco en la isla Elizabeth

Esta historia tiene su origen en los registros del viaje alrededor del mundo de Sir Francis Drake (pirata para unos, héroe para otros). Aquí es necesario hacer una aclaración importante: no existe un diario de viaje de primera mano escrito por el mismo Drake, o al menos no ha llegado hasta nosotros. Según el piloto Nuño da Silva, el capitán Drake llevaba un diario en el cual registraba los detalles de la navegación y describía las especies nuevas de animales que iban encontrando. Pero ese diario no llegó hasta nuestros días, por lo que todo lo que sabemos del viaje, y en particular de la parte del viaje que concierne a esta nota, proviene de copias y relatos de segunda mano.

Según lo que se sabe, el 6 de septiembre de 1578 Francis Drake salió del estrecho de Magallanes, después de una travesía de dieciséis días, con su flotilla compuesta por tres naves (Pelikan, Elizabeth y Marygold) y se internó en el océano Pacífico. Las condiciones meteorológicas que habían sido favorables hasta ese momento cambiaron de repente y la flotilla tuvo que soportar varias semanas de tormenta y mal clima. El 9 de septiembre los barcos de Drake fueron empujados por un viento muy fuerte, que los llevó océano adentro hacia el suroeste y los dispersó. Así fue como se perdió la Marygold (aprox. en las coordenadas 57º S y 82º O, nunca se la volvió a ver) y se separó la Elizabeth, la cual logró regresar a Inglaterra por su cuenta luego de volver a atravesar el estrecho de Magallanes en sentido contrario. Mientras tanto, la nave capitana, al mando de Drake y a merced del mar embravecido, derivó hacia el sur-sureste, hasta encontrar resguardo en la isla Noir (aprox. 54° 15’ S), el 14 de octubre (¡5 semanas después de haber salido del estrecho!). De allí se dirigieron a otro fondeadero más propicio, ubicado en los 53° 20’ S, donde pudieron abastecerse de agua y leña y sus tripulantes tuvieron trato con los nativos. A continuación intentaron ir más al norte, pero nuevamente el viento fue adverso y empujó a la Pelikan hacia el sudoeste, muy lejos del continente, donde se encontraron con una isla solitaria en un punto situado aproximadamente en los 57° 30’ de latitud sur y los 76° de longitud oeste, unos 130 km al suroeste del cabo de Hornos. El 24 de octubre hallaron un fondeadero “a tiro de cañón de tierra”, lo cual podría significar una distancia de poco más de un kilómetro, con una profundidad de veinte brazas (unos 36 metros). Permanecieron allí cuatro noches y tres días, durante los cuales desembarcaron en busca de agua y leña, hallando también "hierbas de gran virtud" (sic). La isla era pequeña y plana, tenía una leve inclinación hacia el este, y además contaba con un lago interior que se comunicaba con el mar a través de un estrecho canal. Drake bautizó a la isla con el nombre de Elizabeth y partió nuevamente hacia el norte el día 28 de octubre. Sin saberlo, Drake y sus marinos se iban a convertir en los últimos seres humanos en poner un pie sobre ella.

Mapa del extremo sur de la Patagonia copiado por John Conyers (1677) del manuscrito original del capellán Francis Fletcher, quien viajaba junto a Drake. Fuente: Redalyc.


La isla desaparece

Después de la visita de Drake, la isla Elizabeth aparece en algunos mapas del continente americano, incluso hasta mediados del siglo XVIII, pero no vuelve a ser visitada ni vista por ningún otro navegante (al menos ninguno que haya dejado constancia de ello). Aquellos que surcaron las tempestuosas aguas que separan la Antártida de América no volvieron a verla, y durante décadas se evidenció que en esa inmensa región el fondo marino estaba fuera del alcance de las líneas de sonda comunes, con un promedio del orden de 4800 metros de profundidad. ¿Qué había pasado con la isla? ¿Acaso Drake había mentido? ¿o la posición estaba errada? Una posible explicación al misterio la dió el capitán Felix Riesenberg en su libro "Cape Horn: the story of the Cape Horn region", en 1939. Según él, Drake no tenía conocimiento de la corriente del Cabo de Hornos, por lo que sus mediciones de latitud están desplazadas hacia el oeste. A partir de allí estima que la ubicación del fondeadero donde ancló el corsario inglés es 74°30' oeste, considerando una corriente hacia el este, de 1 ó 2 nudos. En ese lugar es dónde comienza el segundo acto de desaparición geográfico...

Mapa de Emanuel Bowen de 1744. Como puede verse, hasta mediados del siglo XVIII aún se ubicaba a la isla Elizabeth en el extremo sur del continente americano. Fuente: Barry Lawrence Ruderman Antique Maps.

El banco Pactolus o Burnham

El 6 de noviembre de 1885 el barco norteamericano Pactolus, al mando del capitán Burnham, halló un inesperado accidente geográfico submarino. Según el reporte de Burnham a la Oficina Hidrográfica de los Estados Unidos, ese día el Pactolus había sufrido el embate de un vendaval frente al Cabo de Hornos. A eso de las 4:00 de la mañana, el viento amainó y se calmó el mar, y fue entonces cuando Burnham advirtió una extraña coloración amarillenta en las aguas. Hicieron tres sondeos en la posición 56°36' S, 74º20' O, obteniendo en cada caso profundidades de 67 a 70 brazas (entre 120 y 130 metros), y muestras de un fondo de arena negra y pequeñas rocas. Luego navegaron 55 kilómetros al sur, antes de que el agua, siempre espesa y amarillenta, recobrara su color natural. La línea de demarcación era muy nítida. Burnham además afirmó que un barco inglés que iba de San Francisco a Liverpool informó de la presencia de agua descolorida en el mismo lugar y en el mismo momento.

Según la hipótesis del capitán Felix Riesenberg, la isla Elizabeth de Drake se hallaría justamente en el lugar donde se encontró al banco Pactolus. Señala que algunos navegantes habían observado grandes icebergs inmóviles en el área, de 60 metros o más de altura, con una profundidad correspondiente de 200 a 400 metros debajo de la superficie, lo cual podía indicar que estaban posados sobre un fondo sólido. Estos icebergs se habían observado estacionarios hasta por un mes y, según Riesenberg, se los creía responsables de la pérdida de varios barcos que chocaron con ellos o quedaron atrapados. Esta explicación parece bastante razonable, pero es temprano para cantar victoria. Porque la realidad es que el Banco Pactolus tampoco ha vuelto a ser identificado por ningún otro barco desde aquel año 1885. Otra vez, un acto de desaparición geográfico desconcertante...

En este mapa se identifica el derrotero tradicionalmente asignado para la nave de Drake, y el rumbo corregido teniendo en cuenta la corriente marina, tal como lo postuló Riesenberg. Fuente: Revista Magallania.

¿Qué pasó con la Isla Elizabeth y el Banco Pactolus?

La isla Elizabeth, en caso de haber existido, cosa que también hay que tener en cuenta, pudo haber desaparecido por un evento geológico catastrófico, como un terremoto submarino o actividad volcanica. Sin ir más lejos, el registro de los numerosos terremotos que ha sufrido Chile en todo su territorio durante los últimos siglos, y los fenómenos volcánicos que de tanto en tanto suceden en la cordillera patagónica (recordar el caso de los volcanes Hudson y Chaiten en los últimos 30 años) avalan esta hipótesis. La isla, según el único testimonio de Drake, tenía unas treinta millas (48 kilómetros) de extensión de norte a sur, era de forma cuadrangular y tenía un lago en su centro. Ese lago podía ser parte de la boca de un volcán aparentemente apagado, que tiempo después se activó e hizo desaparecer a la isla de la superficie.

Descripción de la Isla Elizabeth copiada por John Conyers (1677) del manuscrito original del capellán Francis Fletcher, quien viajaba junto a Drake. Siglos después algunos verían cierta similitud con la isla Decepción, aunque las coordenadas son bastante diferentes. Fuente: Redalyc.

 

¿Es posible que una isla de esas dimensiones desaparezca sin dejar rastros? La pregunta es difícil de responder, pero lo que sí se puede asegurar que no es totalmente imposible. Hay registros, en el curso de los siglos XX y XXI, de que una actividad volcánica repentina puede modificar de manera drástica el paisaje. Un buen ejemplo de esto es la isla Surtsey, al sur de Islandia, que se formó por una erupción entre los años 1963 y 1967, y que actualmente se encuentra colonizada por numerosas especies de aves, insectos y vegetación de diferente tipo. Otros ejemplos de procesos constructivos debido al vulcanismo pueden ser el del volcán Paricutín, en México, que se formó durante la década de 1940, y el volcán submarino descubierto frente a las costas de Madagascar en 2018. Si bien en todos estos casos el proceso geológico modificó la geografía haciendo surgir una isla o un volcán, esas mismas fuerzas geológicas podrían hacer desaparecer una pequeña isla en condiciones similares.

Respecto del banco Pactolus, la zona donde debería hallarse ha sido estudiada por diferentes barcos y no se ha podido encontrar ese fondo de arena negra a un centenar de metros por debajo de la superficie. De hecho, en la campaña antártica llevada a cabo por el gobierno norteamericano en el verano austral de 1960, denominada DEEP FREEZE 60, se había planteado el objetivo de verificar la existencia del banco Pactolus y la isla Elizabeth, pero no hubo ningún resultado positivo. Al día de hoy el banco Pactolus es tan fantasmal como la isla en la que desembarcó Drake siglos atrás.

Algunos autores han sugerido que el banco Pactolus/Burnham podría estar relacionado con el monte submarino Sars, ubicado al sur del Cabo de Hornos. Fuente: Revista Magallania.

Palabras finales

La historia de la isla Elizabeth es una más entre las decenas de historias de islas fantasma que pueblan la cartografía desde los albores de la civilización. Las islas fantasma aparecen en los mapas antiguos por un cierto período de tiempo, que a veces puede ser de algunos siglos, hasta que finalmente se confirma su inexistencia. En muchos casos estas islas surgieron como consecuencia de la ubicación errónea de islas reales, mientras que en otros casos su origen se encuentra en la existencia de bancos de arena, conos volcánicos, deposiciones de lava u otras estructuras inestables que han evolucionado con el paso de los años. Incluso en algunos casos su existencia se explica por la observación de ilusiones ópticas o espejismos. Ejemplos sobran, como el caso de la isla Grande de La Roche (un caso similar al de Elizabeth/Pactolus, con sondajes posteriores y misteriosos manchones de algas), la de San Brandán / San Borondon, la Isla Pepys, etc.

Como curiosidad, la isla Elizabeth forma parte de una nación ficticia conocida como la República de Rino Island, la cual agrupa a un conjunto de islas, islotes, rocas y arrecifes sobre los cuales ningún estado reclama soberanía... porque no existen. Según declaran los administradores de esta micronación sudamericana de fantasía, Rino Island está formado por un gran número de islas y rocas que existen o que alguna vez existieron, pero que los navegantes de esa época no anotaron bien en el mapa. El 1 de agosto de 2020 fue incorporada a ese selecto grupo la Isla Elizabeth, previa consulta a la Organización de Micronaciones Unidas, no siendo la isla objeto de reclamo territorial actual ni previo por micronación o Estado alguno.

Mapa actualizado de la República de Rino Island que aparece en la web oficial de este Estado de fantasía. Fuente: Web oficial de la República de Rino Island.


Ya es tarde, hay poca luz y el viaje ha sido cansador. Miro otra vez el mapa. El continente americano se termina en el Cabo de Hornos. Más allá está el mar y luego la Antártida. Pero, si la vista no me engaña, me parece ver una mancha borrosa, difusa, esquiva. Una isla que se escapa de mi vista. ¿Será la isla Elizabeth? Parece tan real, tan tangible, casi que puedo alcanzarla. Quien sabe, quizás pueda resolver el misterio, pero por lo pronto me voy a despedir hasta la próxima entrada, cuyo tema aún no tengo definido. Hasta entonces.

Comentarios

  1. Muy completo repaso de la historia de la Isla Elizabeth. Es una curiosidad geográfica, y un verdadero enigma por su desaparición. Difícilmente se podría creer que Drake inventaría una superchería tal para ganar el favor real. Gracias por destacar nuestra micronación, eso da cuenta de lo exhaustivo de su reporte. Saludos! - Arturo Loretti, ministro de turismo de Rino Island

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    1. Muchas gracias por tu comentario Arturo, me alegra que esta pequeña nota pueda ayudar a difundir la existencia de Rino Island a la vez que cuenta una historia interesante del confín del continente americano. Saludos

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