Un proyecto colonizador patagónico que nadie recuerda (1865)

Versión adaptada para Bahía Sin Fondo de un artículo publicado en el Nº670 de la revista Todo Es Historia (noviembre de 2023).


La Historia de la Patagonia, como todas las Historias (ambas con mayúsculas), se reescribe y reinterpreta continuamente a la luz de la evolución social y de nuevas fuentes documentales. Los hechos se revisan, y así se enriquece la comprensión de lo sucedido, desenterrando referencias o materiales que relatan sucesos sepultados en en las arenas del olvido. En la nota de hoy, les propongo desempolvar la historia de un ambicioso proyecto de colonización impulsado hace casi 160 años que pretendía ocupar la Patagonia entera. Esta región fue una tierra adversa que durante tres siglos hizo fracasar  casi todos los intentos de asentamiento permanente emprendidos por los venidos de tierras lejanas. Solo a mediados del siglo XIX la Patagonia empezó a tolerar a quienes llegaban de distintos lugares en busca de una oportunidad para sus sueños y proyectos en este extremo del continente americano. Algunos de esos sueños, y los fracasos que les siguieron, han sido casi olvidados, quedando apenas rastros en documentos polvorientos o relatos orales. Entre ellos figuran proyectos de colonización y obras públicas que hoy nos parecen desmesurados, pero que en su momento parecían posibles, o al menos eso creían sus autores.

La IA de Nightcafe imaginó esta escena para encabezar la nota. No logré hacerle entender que ese mapa no era de la Patagonia. Fuente: Nightcafe.

Hablar de colonización es una cuestión polémica en la actualidad, ya que esa palabra remite a ciertas épocas y sucesos que hoy resultan intolerables. El origen de la palabra colonización se encuentra en el latín colonus (término que describe a un agricultor arrendatario) y su práctica se puede rastrear hasta los comienzos mismos de la civilización. Generalmente se asocia con la acción de dominar un territorio, en algunos casos de forma violenta, alterando parcial o completamente aspectos culturales, económicos, políticos, sociales, etc. En el caso de la Patagonia, los distintos procesos colonizadores que se dieron durante la segunda mitad del siglo XIX y el principio del XX fueron impulsados por el Estado Nacional en conjunto con privados (individuos, pioneros o sociedades económicas), con el objeto de asegurar la soberanía en la región y a la vez aprovechar los enormes recursos naturales. Entre los tantos proyectos de colonización propuestos en el siglo XIX, hay uno que sorprende por su ambiciosa magnitud pero que a su vez ha permanecido olvidado en los archivos históricos. Se trata del proyecto de colonización de Brie de Laustan y Ocampo, que en 1865 pretendía colonizar nada menos que todo el territorio patagónico.


La colonización patagónica

Desde que Magallanes llegó a la Patagonia y pasó el otoño e invierno de 1520 en la bahía de San Julián, los intentos de asentarse en la región fueron varios y en la mayoría de los casos con resultado negativo. Después del primer contacto entre los europeos y los pobladores originarios, se sucedieron varios intentos de asentamiento en la región que fracasaron por diversos motivos. En 1535, el adelantado español Simón de Alcazaba y Sotomayor realizaría el primer intento fundacional en suelo patagónico, en la actual provincia del Chubut, que fracasaría en unas pocas semanas a causa de un sangriento motín. A eso le seguiría la trágica epopeya de Pedro Sarmiento de Gamboa y las poblaciones del estrecho de Magallanes en 1584, donde perecieron casi todos los colonos por hambre y falta de asistencia. Casi dos siglos después se pondría en marcha un proceso ordenado de colonización española de la Patagonia, a finales del siglo XVIII, impulsado por el temor al avance británico sobre el Virreinato del Río de la Plata. España pretendió implementar un sistema defensivo sobre la costa atlántica patagónica a través de la creación de cuatro enclaves defensivos, de los cuales solo sobreviviría el fuerte de Nuestra Señora del Carmen, origen de la actual ciudad de Carmen de Patagones. En los casi tres siglos que pasaron entre la visita de Magallanes y la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata solo se planificaron colonizaciones costeras, que funcionaban como puntos defensivos y de abastecimiento para la navegación y la industria pesquera, y ninguna de ellas prosperó. En cierta manera la región, gracias a su lejanía y clima, expulsó a casi todos los recién llegados con mayor o menor celeridad. Recién pasada la mitad del siglo XIX comenzarían a ponerse en marcha diferentes proyectos de colonización que no necesariamente estaban concentrados en la costa sino en la ribera de ríos y en valles donde se pudiesen desarrollar proyectos agrícolas y ganaderos. Uno de ellos, quizás de los primeros, fue la colonia galesa en el valle inferior del río Chubut. Sin embargo, más allá de este caso particular, que se trató de uno exitoso, hubo otros proyectos de colonización a gran escala que nunca prosperaron. Tal es el caso del propuesto por Francisco Brie de Laustan y Juan Cruz Ocampo. Sin embargo, antes de entrar en los detalles del proyecto presentado ante el Congreso Nacional, es conveniente conocer un poco acerca de sus autores.


Los autores del proyecto

¿Quiénes eran Francisco Brie de Laustan y Juan Cruz Ocampo? Sobre el segundo pareciera que se trata de un personaje que estuvo relacionado de alguna manera con una linea férrea de trocha ancha entre Buenos Aires y San Fernando. Poco más se sabe de él, salvo que murió de cólera en abril de 1867. Sin embargo, detrás del primero de los socios hay una más que interesante historia familiar. Para conocerla hay que retrotraerse a la primera mitad del siglo XIX, en donde la conjunción de pobreza, la guerra carlista y el mayorazgo en Euskal Herria, sumado a las políticas inmigratorias de las jóvenes repúblicas americanas, detonó un fenómeno migratorio que contribuyó a vaciar pueblos enteros de la geografía vasca. Francisco Brie de Laustan era oriundo de Ispoure, un pequeño pueblo francés a escasos kilómetros de la frontera española. Estaba asociado, junto a sus hermanos Juan Bautista e Hipólito, con los hermanos Rivas y con la empresa armadora Roby y Manches, con quienes se dedicaban a reclutar emigrantes en el País Vasco, con destino a Montevideo y Buenos Aires. Los hermanos eran lo que se denominaba "enganchadores", una especie de agentes de emigración que trabajaban a comisión con navieras y gobiernos, lucrando con las necesidades de campesinos pobres, incultos y desesperados que estaban dispuesto a creer casi cualquier cosa acerca de la riqueza de los países al otro lado del Atlántico. Entre 1838 y 1843, una veintena de navíos de esta sociedad zarparon rumbo al Río de la Plata transportando unos 5800 pasajeros a bordo. Los hermanos fueron acusados por las autoridades de Bayona, en marzo de 1841, por las malas condiciones en que embarcaban a los pasajeros en sus buques con destino a Sudamérica.

Años después los hermanos se radicaron en Montevideo, en la época de la guerra civil, donde los sorprendería el Sitio de Montevideo o Sitio Grande, un asedio que sufrió la ciudad de Montevideo entre 1843 y 1851, durante la llamada Guerra Grande. Allí hallarían la muerte Hipólito, en la misma guerra, y Juan Bautista, en 1858, durante la segunda batalla de Cagancha. Francisco llegó a Montevideo sobre el final de la guerra, en 1851, con la intención de cobrar las deudas de antiguos pasajeros, asunto que fue infructuoso, debido a que la mayoría de sus deudores había muerto en la guerra, habían quebrado o se habían marchado a Buenos Aires. La sociedad que tenían con los hermanos Rivas se disolvió y Francisco fue apartado de la misma, juicio mediante. Esto desencadenaría una tragedia posterior, en junio de 1854, cuando Francisco asesinó en plena calle, y ante numerosos testigos, a su antiguo socio Genaro Rivas, descerrajándole dos disparos de rifle en el pecho, para luego entregarse voluntariamente ante la policía. Por este motivo estuvo encarcelado cuatro años, al cabo de los cuales huyó y se mudó a Buenos Aires, desde donde escribió numerosas cartas proclamando su inocencia, aduciendo que había sido en defensa propia. Sin embargo tampoco en esa ciudad lograría cobrar a los deudores de la sociedad, ya que apareció una solicitada en un periódico, publicada por los herederos de Rivas, con una advertencia dirigida a la población vasca residente en Buenos Aires, donde alertaban que Francisco Brie de Laustan no tenía autorización ni derecho para cobrar pasajes.

En 1865, Francisco, en conjunto con Juan Cruz Ocampo, presentan una propuesta de colonización de la Patagonia en el Congreso argentino, sobre la cual me extenderé a continuación. En 1869 presentarían en la ciudad de Montevideo otro proyecto pero dirigido a la República Oriental del Uruguay. En ambos casos el resultado sería igualmente negativo. El capítulo final de la historia de los hermanos Brie de Laustan en el Río de la Plata terminaría de escribirse el 1 de enero de 1876, cuando Francisco puso fin a su vida en Buenos Aires.

Francisco Brie de Laustan. Fuente: Euskonews.

Un proyecto para colonizar la Patagonia, desde el río Colorado hasta el estrecho de Magallanes

Se sabe poco de la vida de Ocampo, pero conociendo el historial de Brie de Laustan es más fácil entender las motivaciones y posibilidades de éxito del proyecto colonizador. La colonización de grandes extensiones de tierra era una industria de escala global, impulsada por intereses económicos, sociales y políticos. A cambio de la tierra se ofrecía al gobierno toda clase de ventajas y ganancias, exteriorizadas en infinidad de propuestas que tenían más en cuenta el interés del contratista que el del inmigrante. El proyecto colonizador de Ocampo y Brie de Laustan fue presentado ante el Congreso Nacional y la propuesta redactada en las memorias correspondientes fue leída el 9 de agosto de 1865, en la sesión ordinaria Nº34 de la Honorable Cámara de Diputados. De allí fue derivada a la Comisión de Peticiones, lugar donde se pierde el circuito administrativo de la solicitud. ¿Cuál era el contenido del proyecto? Ni más ni menos que colonizar la Patagonia entera, desde el río Colorado hasta el Estrecho de Magallanes, poniendo en práctica, según los autores, “medios enteramente distintos de los empleados hasta aquí en el país, y los cuales están dando hoy, en casi toda la Europa, prodigiosos resultados” (sic).

Extracto del diario de sesiones del Congreso Nacional correspondiente al 9 de agosto de 1865, donde se  menciona la lectura de la propuesta de Brie de Laustan y Ocampo. Fuente: Sesiones Históricas del HCDN, recuperadas desde Archive.org.


Entre los fundamentos declaraban que los Andes, el Estrecho de Magallanes y el Atlántico eran los límites naturales de la República Argentina y que el derecho de la República Argentina a ese vasto territorio no había sido desconocido por ninguna potencia extranjera. Sin embargo, dejaban traslucir una velada amenaza, alertando que, con el transcurso del tiempo, las necesidades de los grandes centros de población de otros países podría atraer la atención sobre un territorio tan amplio y dotado de recursos, poniendo en peligro el derecho soberano de la joven República.

El proyecto colonizador planteaba atraer miles de familias extranjeras para poblar el territorio mediante la creación de una gran compañía financiera que proveyese a esas mismas familias los medios suficientes para que pueden prosperar desde el primer día de su instalación. En la memoria presentada ante el congreso, Brie de Laustan y Ocampo aseguraban que se iban a proveer “gastos de pasaje, alimentos hasta que el colono levante cosechas, semillas, instrumentos de labranza, caballos y yeguas, cincuenta cabezas de ganado, quinientas ovejas, habitación, una carreta, bueyes, etc.” (sic). La forma de reembolso sería a través de pagos anuales (entre 18 y 36), financiados por una fundación crediticia.

Las dos regiones a colonizar

Los primeros dos artículos del proyecto delimitaban las regiones a colonizar, al igual que establecían un marco de tiempo y la cantidad de colonos prevista. Un vistazo a las dos regiones evidencia que los autores del proyecto quisieron apostar sobre seguro, ya que hay una enorme desproporción entre ambas:

1) Territorio comprendido entre los ríos Colorado y Negro (unos 90.000 km²): la empresa colonizadora se comprometía a introducir un mínimo de mil familias compuestas, término medio, de cinco miembros, durante un período de cinco años. En caso de cumplir con esa meta, la compañía tendría el derecho de introducir, durante otros dos períodos sucesivos de cinco años, mil quinientas familias en cada uno de ellos.

2) Territorio comprendido entre el rio Negro y el Estrecho de Magallanes (casi 700.000 km²): La compañía, en el mismo período de cinco años, se comprometía a introducir un mínimo de ochocientas familias, compuestas, término medio, de cinco miembros. En caso de cumplir con ese compromiso, la compañía tendría el derecho de introducir otro mínimo de mil familias, en cada uno de otros dos períodos sucesivos de cinco años. En caso de cumplir con esta segunda meta, es decir, haber introducido 2800 familias en 15 años, la compañía ganaría el derecho a introducir, en el mismo territorio, un mínimo de dos mil quinientas familias, en cada uno de otros ocho períodos de cinco años cada uno.

Los dos territorios a colonizar eran muy desproporcionados, pero claramente había menos riesgo en la franja ubicada entre los ríos Colorado y Negro, razón por la cual se establecía una meta más elevada en lo que número de colonos se refiere.


En caso de cumplir con ambas propuestas, al cabo de 15 años deberían haberse instalado al menos 4000 familias entre los ríos Negro y Colorado y 2800 familias al sur del Río Negro. Más aún, en caso de éxito, el número de estas familias debería haber ascendido a un mínimo de 22800 en 45 años, al sur del Río Negro. En ambos casos, en el proyecto quedaban exceptuadas aquellas partes del territorio que ya hubiesen sido ocupadas en forma legal (por ejemplo, la colonia galesa de Chubut).

¿Cuál era la ganancia para la empresa colonizadora? En los mismos artículos donde se establecen los compromisos en términos de cantidad de colonos, también se especifica cuál es la parte que se quedaba la empresa colonizadora. En el caso de los colonos instalados en el territorio comprendido entre los ríos Colorado y Negro, se establece que el Gobierno Nacional le concedería tres cuartos de legua cuadrada de terreno por cada familia radicada en el citado territorio, en el curso de quince años. Dicha concesión sería a perpetuidad y en los parajes y lugares elegidos por la empresa. En cuanto a la parte de la colonia ubicada al sur del río Negro, la extensión de territorio sería de una legua cuadrada por cada familia radicada en el curso de cincuenta y cinco años. En el caso que la compañía no cumpliese las obligaciones estipuladas, el Gobierno Nacional se reservaría la facultad de revocar y anular el derecho concedido de colonizar y poblar el territorio en los períodos posteriores a la falta cometida.


¿Cómo se pensaba financiar la empresa colonizadora?

Los autores del proyecto solicitaban la autorización para formar y organizar, dentro o fuera del país, una sociedad anónima con un capital mínimo de 25 millones de francos, el cual podría elevarse sucesivamente a 100 millones de francos, en caso de ser necesario. A modo de comparación, ese valor ajustado al año 2024 correspondería a un monto de dinero entre los 230 y los 920 millones de dólares, el cual se obtendría a través de la emisión de unos bonos hipotecarios, denominados “lettres de gage”. Estos bonos tendrían una garantía del Estado Nacional, que según los autores sería puramente nominal, pero que en la práctica significaba que si el proyecto fracasaba, la República Argentina iba a ser la que pagase los costos. La compañía colonizadora tendría el derecho de administrar la colonia durante sesenta años. [Nota: es difícil convertir francos en dólares de aquella época. Para el cálculo usé la relación propuesta en esta página y la calculadora de inflación de EE.UU.]

Además de la emisión de bonos, la compañía se quedaría con la mitad de los ingresos por derechos de importación y exportación que se percibirán en las aduanas por los artículos de consumo y las producciones de la colonia. La única excepción a esta regla se encuentra en el artículo 5º del proyecto, donde se aclara que se exime de todo derecho de importación sobre las herramientas de labranza, máquinas industriales, animales para mejorar las crías, y cualquier otro objeto que pueda contribuir al adelantamiento general de la colonia.

Por último, la compañía solicitaba autorización para fundar y construir faros, muelles, aduanas, puertos, escuelas, hospitales, iglesias, caminos, puentes, canales, ferrocarriles y demás obras de utilidad pública, para fomentar el progreso de la colonia, reservándose el Gobierno el derecho de adquirir todo o parte de estas obras al momento de cesar la administración de la compañía.

Portada de la solicitud presentada al Congreso Nacional.

Obligaciones y beneficios para el Gobierno Nacional

Además de ser el garante de la compañía colonizadora, el proyecto establecía que el Gobierno Nacional tenía que hacerse cargo de la defensa militar de los colonos contra posibles invasiones indígenas. Sin embargo, se preveía que éstos se incorporarían al Estado ya sea por convencimiento o sometimiento, tal como se puede leer textualmente:

Se concibe fácilmente que, con las habilitaciones, ó sea adelantos, ofrecidos a las familias inmigrantes, crecerá rápidamente el número de ellas, mucho mas allá del que presentamos como mínimo. Esos mismos colonos no tardarán pues en contribuir poderosamente al sometimiento, o reducción de los indios, a la ley del trabajo y de la civilización, ya ofreciéndoles mercado para sus producciones, o ya trabajo lucrativo y conforme a su modo de ser, para los que quieran vivir en paz con aquellos. Y se concibe también que aun habiendo obtenido ese feliz resultado para todos, siempre será indispensable la permanencia de una fuerza militar en medio de las colonias, para mantener el orden entre tan crecido número de gentes de diverso origen y para infundirles respeto y amor a la Bandera Nacional.

Adicionalmente a la cuestión de la seguridad, también el Estado argentino debía proveer de un vapor para explorar los puertos, ríos y territorios a colonizar, para elegir adecuadamente los parajes que primero se iban a poblar.

¿Cuáles eran los beneficios para la Nación? En primer lugar podría suponerse que una colonización de tal magnitud permitiría consolidar y asegurar el dominio nacional hasta el extremo sur del continente. Esto impulsaría el desarrollo de la agricultura y ganadería en gran escala, con el correspondiente incremento de los ingresos al erario público a través de las rentas aduaneras. La otra consecuencia, directamente ligada al éxito de la empresa colonizadora, era el aumento de la población, de la mano de las familias introducidas y, posiblemente, de los aborígenes incorporados a la sociedad formal y las leyes del Estado. Finalmente, si la colonización era exitosa, también serviría para atraer inversiones y generar un círculo virtuoso en la economía regional y nacional.

Extracto del diario El Siglo, de Montevideo, del 19 de agosto de 1865, donde se informa sobre la presentación del proyecto en el Congreso. Fuente: Biblioteca Nacional de Uruguay.

Conclusiones finales

Las grandes proyectos, ya sean científicos, tecnológicos o de tipo social, están fuertemente relacionados con la idiosincrasia y las utopías de cada época. Muchos de ellos no pasan nunca del papel o de las palabras porque llegan a destiempo o son extremadamente ambiciosos para la época que les toca. El proyecto de Francisco Brie de Laustan y Juan Cruz Ocampo es uno de estos últimos, ya que nunca se concretó, quizás por lo ambicioso, o porque no estaba claramente pensado en favor de los intereses de los colonos y la Nación, si no más bien para la compañía colonizadora. Sin embargo, poco tiempo después surgieron diferentes colonias y emprendimientos en la región patagónica, muchas de ellas de la mano de la Campaña al Desierto. Teniendo en cuenta las experiencias previas, la mayoría de ellas fallidas, era muy posible que esta propuesta también hubiese estado condenada al fracaso, excepto que hubiese sido apoyada por grupos económicos o políticos de peso. De haberse puesto en marcha quizás podría se hubiese hecho realidad una de las premisas que planteaban los autores, que era “llamar más y más la atención de todo el mundo civilizado sobre este vasto y privilegiado suelo, con la magnitud de esta empresa altamente humanitaria, lo que contribuirá a favorecer la corriente de inmigración a esta parte de la América del Sud”. La inmigración llegaría finalmente, años más tarde, en la medida que fueron fundándose pueblos y colonias, de menor magnitud, en diversos punto de la Patagonia. Por ello, es importante rescatar del olvido este proyecto, ya que tiene un importancia histórica que no es menor, en el contexto de la Patagonia, una región de características casi míticas, en donde se proyectaron sueños y utopías de todas las proporciones.


Comentario final: Agradezco especialmente al personal de la biblioteca del Museo Mitre, quienes tuvieron la amabilidad de digitalizar el material del proyecto cuando hice la solicitud a distancia hace unos años atrás.

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