Hace varios años publiqué una nota en este blog que trataba sobre el caso del OVNI que tuvo en vilo a la población de Puerto Madryn y el Valle en agosto de 1985. La historia de aquel avistamiento, si bien se trata de un fenómeno que ha sido explicado con toda claridad (en pocas palabras, era un globo meteorológico), coincidió con la fiebre OVNI de los años ochenta, y quedó grabada en mi memoria y en la numerosos vecinos de la época. El tema de los OVNIs estaba en plena ebullición en aquellos años, cosa que duró hasta buena parte de la década de los noventa. No era raro escuchar relatos de avistamientos, muchos de los cuales no llegaban a la prensa, y todo el mundo parecía tener una historia única que contar al respecto. Toda esta atmósfera, sazonada con el trasfondo de las películas sobre extraterrestres que llegaban desde Hollywood y los pseudodocumentales de la época, creaba un clima ideal para la credulidad. Ese era el ambiente que se vivía en el pueblo con pretensiones de ciudad de esos años. Pero, al abandonar la seguridad urbana y adentrarse en el interior del territorio, donde tanto la tecnología como la población escaseaban, las noches eran especialmente más negras, las estrellas eran muchas más... y era más probable ver cosas difíciles de entender.
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Imagen generada con Blinkshot. |
Avistamientos en la Patagonia profunda
No es mi intención, al menos en este artículo, hacer una recopilación exhaustiva de casos de avistamientos de OVNIs ni de historias contadas sobre luces extrañas en el cielo. En realidad el núcleo de la nota está reservado a historias contadas en el ámbito familiar más íntimo. Pero, para entrar en contexto, voy a citar una historia que compartió Alejandro Aguado en Facebook hace un par de años. Se trata del relato de un viaje a una estancia ubicada en la zona del lago Ghio y el paso Roballos (Santa Cruz), el cual reproduzco parcialmente a continuación:
Esa noche, ya instalados en la casa principal, varios nos acercamos al puesto de Torres. Compartiendo mates y tortas fritas (que había hecho de nuevo) Torres comentó una vivencia, como si se tratara de una más entre otras tantas. Semanas atrás algo había iluminado la casa principal desde el aire: “Estaba preparando la cena y un aparato se puso arriba de la casa principal y la alumbró. Parecía de día. Otro iluminó por acá. Después se fueron contra el cerro y pensé que esos locos iban a chocar contra las rocas. De golpe se fueron para arriba y se alejaron siguiendo lo alto del faldeo de la sierra”. A lo que preguntamos: “¿Y qué piensa qué o quiénes fueron?” “Serían los milicos que andaban jodiendo con helicópteros”, conjeturó buscando una explicación. “¿Y qué hubiese hecho si bajaban?”, consultamos. “Los invito a tomar mate”, respondió con la lógica hospitalaria del habitante de campo patagónico. Como pocos días antes en medios de comunicación regionales había circulado la noticia de la supuesta presencia de ovnis por la zona (en las localidades de Las Heras, Comodoro y Lago Blanco), le comenté: “Dicen que pueden ser naves tripuladas por extraterrestres”. Como jamás había escuchado hablar de algo asi, tuve que explicarle de lo que supuestamente se trataba. Pero como le parecía imposible que pudieran existir máquinas que viajen por el espacio, ahondé en el tema describiéndole los satélites creados por el hombre que giran en torno al planeta o las naves tripuladas que se envían al espacio. Para que no quedaran dudas sobre el aspecto de los supuestos visitantes, le hice un dibujo de cómo se los suele describir: con cara alargada y romboidal, ojos grandes y boca chica. Se lo pasé. Acercó el papel a su cara y con expresión de sorpresa luego lo alejó para observarlo unos instantes con detenimiento. Finalmente expresó amenazante: “¡Ah, no, si son así no les invito mate, los cago a tiros!”
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Poco después visitamos el casco de una estancia que se sitúa en la margen opuesta del lago. Jara, el empleado, había visto las mismas luces y nos describió cómo habían pasado por allí luego de importunar a Torres, para luego acoplarse a otra de mayor tamaño. Al igual que con otros tipos de eventos peculiares, lo toman como algo que no se puede explicar de qué se trata, pero que sucede. Por ejemplo, en la ruta que conduce a Paso Roballos, que se tiende contigua al casco, por las noches suelen escuchar el motor de un vehículo que se acerca y ver las luces de los faroles. Luego el vehículo se desvía y se acerca a la tranquera de ingreso al casco. Como sucede en todos los campos, los perros salen ladrando a recibir al recién llegado. Pero al llegar a la tranquera el ruido del motor se acalla y la luz se apaga. Los perros retornan en silencio (un evento similar ocurre en la sierra de San Bernardo). La mayoría de los pobladores de campos vecinos describen vivencias similares protagonizadas por ovnis o por seres de origen incierto.
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Dibujo realizado por Alejandro Aguado que retrata el diálogo con Torres [Fuente: Facebook]. |
El testimonio que comparte Aguado en su cuenta es casi un ejemplo de las típicas historias que se cuentan en los campos. Luces que aparecen de repente e iluminan el entorno como si fuera de día, maniobras insólitas, ruidos raros, etc. Una presencia que no se revela del todo, pero que se intuye extraña y ajena a nuestro mundo cotidiano. ¿Qué son esas luces? ¿Fenómenos meteorológicos poco habituales? ¿Aeronaves militares operando en secreto? ¿Fantasías de los testigos? No tengo respuestas para ello, aunque me resisto a caer en la tentación de la hipótesis extraterrestre. Pero ya que he capturado su atención hasta aquí, vamos a pasar a los siguientes casos, los cuales me tocan más de cerca.
En la soledad de la noche
A mediados de los años ochenta mi padre solía viajar a la zona de Telsen con cierta frecuencia, a atender algunos trabajos de mecánica en una estancia ubicada a la vera del arroyo del mismo nombre. En algunos de esos viajes también nos llevaba a mi mamá, mi hermano y a mí, y pasábamos unos días en el casco de la estancia. Guardo hermosos recuerdos de esos viajes, aunque debo reconocer que en aquel entonces me aburría un poco, ya que mi atención estaba puesta en otro lado, en el espacio, los aviones, las computadoras (que todavía parecían algo de otro planeta) y cosas por el estilo. Pero sin duda esos viajes me marcaron, porque suelo evocar a menudo imágenes y recuerdos de aquellos días. En fin, antes de perder el hilo de la cuestión, la cosa es que varias veces pasamos la noche en aquella estancia en el medio de la meseta, lejos de toda contaminación lumínica... y la realidad es que el espectáculo de una noche despejada y con Luna Nueva es sobrecogedor. La cantidad de estrellas que se ve en el cielo es abrumadora, la traza de la Vía Láctea es alucinante, la sensación de irrelevancia personal es enorme... y también la presencia de un miedo irracional y antiguo, que te pone en alerta. Recuerdo una noche donde mi padre me mandó a buscar no sé que cosa a la casa principal (estábamos por cenar en la casa del capataz o encargado) y tuve que recorrer 50 o 60 metros armado de solo una linterna, entrar en un viejo caserón oscuro y rebuscar en una bodega... el miedo que tuve en todo ese trayecto lo siento hasta el día de hoy. Por que todos somos racionales, inteligentes, pensantes, pero en el medio de la noche, con esa autopista estelar sobre tu cabeza, rodeado de una negrura casi total, donde solo se adivinan bultos y siluetas muy vagas, con ruidos de la naturaleza (ramas que crujen, piedritas y vaya saber que otra cosa más), la imaginación empieza a disparar para lados muy extraños, y más si tenés 11 o 12 años.
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El OVNI de agosto de 1985 alimentó mis fantasías juveniles durante varios años (pueden leer la nota completa acá). |
De todas las escenas nocturnas que recuerdo de aquellos viajes, hay una, muy pero muy breve, que viene a colación del tema de esta nota. Una noche, volvíamos a Madryn por la ruta provincial Nº4 y la única luz artificial en toda la inmensidad era la de los faros de nuestra F100. Arriba, el cielo estaba completamente estrellado. Yo miraba con curiosidad las estrellas cuando de repente vi dos luces, apenas dos estrellas más entre el montón, que se movían a la misma velocidad, en forma paralela, cómo si se dirigieran hacia el horizonte (como la imagen de la portada de esta nota). La visión fue muy breve, apenas un par de segundos, porque ambas luces desaparecieron al mismo tiempo, "como si se hubiesen metido dentro de un bolsillo" (esa fue la imagen que se grabó en mi mente, la de dos objetos que se introducían dentro de un bolsillo invisible y dejaban de verse). En ese momento la única explicación que le dí al fenómenos fue la que satisfacía mi imaginación: eran naves extraterrestres. No pasó nada más, la fugaz visión quedó sellada en mi mente, en alguna conexión neuronal, y se terminó ahí. Hoy arriesgaría decir que se trataba de dos meteoros, quizás partes de un meteoroide mayor, que ingresaron a la atmósfera al mismo tiempo y se desintegraron casi en forma sincronizada. Pero en aquel entonces la explicación de las naves extraterrestres era mucho más atractiva para mí. En ese sentido, el OVNI de Madryn de 1985 era una confirmación de mis creencias.
Quizás todo esto sea una anécdota muy pequeña, irrelevante (excepto para mí), pero me sirve de introducción para contar las otras anécdotas, que son las que se esconden detrás de esta nota.
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La estancia a la que hago referencia en esta nota se ubica a casi 30 kilómetros al sur de la localidad de Telsen, casi a la misma latitud que Puerto Madryn [Fuente: Google Maps]. |
Dos avistamientos intrigantes
Lo que voy a relatar a continuación es algo que mi padre solo contaba en el ambiente familiar más íntimo y que conocen apenas un puñado de personas. Lamentablemente muchos detalles los he olvidado (sucedió hace casi cuarenta años), pero trataré de ir al grano y de resumir la esencia de las historias. La primera de ellas ocurrió en un viaje que hizo él solo a la estancia, fue uno de esos viajes donde iba y volvía en poco más de un fin de semana. Según me contó, una noche cenó con uno de los peones del establecimiento, a quien conocía desde hacía muchos años y con quien tenía cierta amistad. Luego, cuando estaba por despedirse para ir a descansar, el peón (creo que se apellidaba Furchi, pero podría estar equivocado), le advirtió a mi padre sobre una luz que se veía en el firmamento nocturno. Parecía una estrella más, quizás un poco más brillante, pero nada demasiado fuera de lo habitual. El hombre de campo le dijo a mi padre que lo acompañe y fueron a esperar junto a un tanque australiano, detrás del cual se agacharon y esperaron. Lo que ocurrió a continuación fue algo increíble, porque esa estrella "un poco más brillante de lo normal" fue creciendo en tamaño y haciéndose cada vez más brillante. Al parecer, fuese lo que fuese, estaba descendiendo hacia el casco de la estancia. En un momento llega a un punto en el cual la luz se vuelve tan intensa que se percibe todo el casco de la estancia como si fuera de día: casas, corrales, galpones, etc. Luego, en apenas un abrir y cerrar de ojos, la luz se eleva y desaparece de la vista, dejando todo el entorno a oscuras, como cualquier noche. La visión impactó a mi padre, quien solía decir que todos los que hablaban de extraterrestres eran unos chantas, pero reconocía que lo sucedido no tenía ninguna explicación lógica, al menos en su marco de conocimiento. Como nota de color, el peón le comentó a mi papá que no era la primera vez que veía esa luz, y que se trataba de un fenómeno que, si bien no era habitual, tampoco era raro.
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Mapa del casco de la estancia. Las proporciones y ubicaciones relativas están dibujadas de acuerdo a mis recuerdos, por lo que no deben interpretarse en forma literal. Las siluetas de los árboles son de Pngtree y la figura fue creada con Inkscape. |
El otro avistaje ocurrió más o menos un año después, y me lo perdí por poco. En esta ocasión, habíamos ido todos a la estancia de Telsen y estábamos parando en la casa principal. Una noche, durante los preparativos de la cena, estaba con mi mamá y alguien más (no recuerdo quien) en la casa del encargado, cuando entra corriendo mi papá, algo sobresaltado y nos pregunta si no escuchamos nada o vimos algo. Ninguno de nosotros se había enterado de nada, así que mi papá nos contó que, estando en la caballeriza junto con otros dos peones de la estancia, habían visto descender una luz brillante, que se detuvo unos metros por encima del perímetro de árboles (mayoritariamente álamos) y luego se dividió en dos orbes luminosas de menor tamaño, las cuales salieron disparadas en sentidos opuestos, desapareciendo rápidamente de la vista. Nosotros, que nos hallábamos en la casa del encargado, no podíamos ver la caballeriza en linea recta, ya que había una densa cortina de árboles que interrumpía la visión.
¿Verdad o mentira?
Los años pueden que hayan desdibujado un poco las anécdotas, agregando o quitándole detalles. Lamentablemente quien vivió esas experiencias ya no está con nosotros, así que tampoco puedo preguntarle. No puedo arriesgar ninguna explicación para los dos fenómenos que presenció mi padre, uno de los cuales podría haber visto yo si no hubiese estado dentro de una casa en ese momento. Cabe preguntarse, porque entiendo que el lector puede plantearse la duda, si todo esto no fue una fabulación o mentira. Si bien no tengo elementos para despejar esa duda de manera inapelable, lo que puedo decir es que mi padre nunca contaba estas historias a cualquiera, de hecho creo que debo haber sido uno de los pocos que la escuchó, y no le interesaba darle ninguna notoriedad al asunto. Mi padre era bastante escéptico, descreía a rajatabla de todos los especialistas en el fenómeno OVNI de la época, y decía que todos los que contaban sus historias de avistamientos y contactos en los medios de difusión eran chantas. Sin embargo, cuando evocaba estos dos casos que había vivido en primera persona, lo hacía como dejando una puerta entreabierta, poniendo en duda sus convicciones. ¿Esto despeja todas las dudas? Claro que no, pero al menos pinta la escena de forma completa, como para poder juzgar con más elementos.
Reflexiones finales
La Patagonia profunda, esa que está lejos de las luces de las grandes ciudades y del ruido de las rutas pavimentadas, se encuentra en una zona liminar entre la realidad y la ficción. En su extensa soledad se ven o se oyen cosas que no siempre son fáciles de entender. Seguramente un análisis detallado, concienzudo, desprovisto de las reacciones emocionales del momento, pueda arrojar explicaciones que estén contenidas en nuestro marco de conocimiento. Pero también quedarán otras, más difíciles de explicar, que siempre dejarán entreabierta una puerta a la duda. Quizás se trate de algo que tenga más que ver con la antropología o la neurociencia, no lo sé, pero no deja de ser un tema atractivo (al menos para mí). En algún posteo futuro trataré de recopilar algunos viejos recortes y noticias sobre el fenómenos en la Patagonia, pero por el momento los dejo con estas anécdotas y con esa atmósfera inquietante de las noches en el medio de la meseta patagónica. Hasta la próxima.
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Una ruta solitaria bajo un cielo densamente estrellado, y al fondo, en el horizonte, una luz extraña nos advierte que estamos por pasar la frontera entre lo real y el mundo de la imaginación. [Imagen generada con Nightcafe]. |
Recuerdo una vez retornando de Madryn a Buenos Aires por la madrugada. tipo 5 de la mañana en verano, asi que recien comenzaba a amanecer, el cielo estaba de ese color celeste negruzco. Paso por la YPF de Juan B Justo, para salir con el tanque lleno, y cuando retomo, con el auto mirando hacia el norte, de pronto adelante mio, arriba en el cielo se abre una llamarada, una lengua de fuego, supongo de varios kilómetros, imposible decir cuantos por la altura y la distancia. pero desde mi perspectiva, de unos 8 cm. Habrá durado unos 15 segundos y luego se extinguio. Cuando llegue a Bs As busque en google alguna notica al respecto y no encontre nada. Supongo habra sido algún evento similar al bolido de Chelabinsk en Rusia de hace unos años, pero a mas altura.
ResponderEliminarGracias Alejandro por tu aporte. En el campo, lejos de toda iluminación urbana, no es raro ver estrellas fugaces, es algo casi inevitable. Lo que vos relatas es más raro, porque se trata de un evento mucho más luminoso, visible desde el casco urbano. ¿Te acordás que año/mes pudo ser? Abrazo
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