¿Una zanja para detener malones en la Península Valdés?

La Historia nos cuenta que cuando un conjunto de personas, sea un pueblo, un reino o cualquier otra forma de organización social, se ve amenazado por un adversario externo al que no puede derrotar, suele recluirse detrás de algún tipo de elemento de contención física, sea éste una muralla, un accidente geográfico, una zanja, o una combinación de todos ellos. Ejemplos sobran, así que solo mencionaré los más obvios: la Gran Muralla China, el Muro de Adriano, la Línea Maginot, la ciudad amurallada de Carcassonne y, en general, casi todos los castillos medievales con sistemas de murallas y fosos con puentes levadizos. En Argentina, además de los fortines, humildes émulos de los castillos del Viejo Mundo, hubo además una obra defensiva monumental (e inconclusa), que se diseñó para evitar, o al menos obstaculizar, el ataque de los malones indígenas en la frontera sur del Estado Nacional de aquel entonces. Se trataba de la Zanja de Alsina, un sistema defensivo compuesto por fosas y terraplenes con algunas fortificaciones, que se construyó en el oeste de la provincia de Buenos Aires entre 1876 y 1877. El nombre de la zanja se debe a su impulsor, Adolfo Alsina, ministro de Guerra y Marina del presidente Nicolás Avellaneda. El objeto de la zanja era conservar el dominio del Estado Nacional en el territorio, deteniendo los ataques de los malones y evitando los arreos de ganado que los indígenas arrebataban a las estancias. Al igual que la mayoría de las murallas históricas, no llegó a cumplir completamente su cometido, aunque sí sirvió para reducir los robos de ganado durante el breve tiempo que estuvo operativa. La zanja apenas superó la mitad de su extensión prevista de 600 km, porque al fallecer Alsina su construcción fue abandonada y se puso en marcha un plan ofensivo, que ha pasado a la historia como la Conquista del Desierto. Pero antes de Alsina hubo alguien que pensó en hacer otra zanja, mucho más al sur, que nunca pasó a ser más que una idea en un papel.

Sección de la Zanja de Alsina publicada en un plano del año 1877. Nunca sabremos si hubiese podido hacerse algo similar en la Península Valdés, pero seguramente no hubiera diferido mucho respecto de lo impulsado por Alsina casi un siglo después. Fuente: Teoría y Práctica de la Arqueología Histórica Latinoamericana.


Esta historia, breve por demás, la descubrí en las páginas del libro "Historia de Chubut", de Clemente Dumrauf. En el capítulo VI, "La ocupación de la Patagonia" se menciona el tema de la zanja en una sección que reproduzco a continuación (págs 106-107):

El teniente Pedro García quedó al frente del destacamento San José hasta el 7 de marzo de 1782, cuando fue reemplazado por el teniente Andrés Martínez. A éste le sucedió , en abril de 1783, el subteniente Juan José Gómez. El 7 de octubre de ese mismo año llegan en el barco Dragón 9 vacas, 36 entre novillos y bueyes y 24 caballos. Con este ganado se dio comienzo a la Estancia del Rey en los Manantiales que tuvo rápida y enorme prosperidad.
El ganado, especialmente yeguarizo, atrajo al indio, que no era corto para pedir. No satisfacer sus requerimientos resultaba peligroso en extremo por lo reducido de la guarnición, pues si no obtenía por las buenas lo que quería, se lo procuraba de otro modo. Así menudearon los ataques cada vez con mayor frecuencia. No sólo llevaban ganado, sino también cautivos que no siempre pudieron ser rescatados.
Para poner término a esta situación, a mediados del año 1788 el capitán Francisco Lucero propone cortar el istmo con una zanja para impedir la entrada de los indios. A tal efecto solicita al Comandante del Carmen 60 presidiarios, 40 bueyes, 6 mulas, 30 picos, 30 palas, 30 azadas, 6 carretas grandes, 700 barriles para agua, víveres para seis u ocho meses, lo necesario para el alojamiento de la gente y de los víveres. Concluida la zanja se construiría el cuartel. Este proyecto no tuvo ejecución.
...
La amenaza del indio era permanente... su arribo silencioso, inesperado, podía producirse en cualquier momento. El relincho de un caballo o el ladrido de un perro producía sobresalto. El 2 de diciembre de 1808 un malón indígena se llevó toda la caballada existente y 600 cabezas de ganado vacuno. Antonio Aragón al informar al Virrey de ellos dice, sin duda recordando lo propuesto por Lucero años antes: "Interín no se mude a la angostura el destacamento que guarece ese puesto, siempre ha de ser perseguido por los indios, por el mucho ganado que allí existe y por lo mal situada qu se halla dicha guardia". Sólo 18 yeguarizos se salvaron providencialmente. Además de la hacienda se llevaron cuanto encontraron en el fuerte y la estancia: aperos, ponchos, cuchillos; tropa y peones fueron hechos cautivos; algunos pudieron ser rescatados, otros no. Fue como el preanuncio de lo que ocurriría antes de dos años.

A partir de la referencia de Dumrauf, me puse a buscar el material original, o sea, a la carta de Francisco Lucero donde se expone la idea de hacer la zanja y trasladar el destacamento a la zona más angosta del istmo. Esta carta aparece citada en otros documentos relacionados con la historia del fuerte San José, y particularmente en uno de Silvina Buscaglia del año 2015, aparecen algunos extractos de dicha carta, donde dice claramente que:

Sesenta presidiarios con treinta picos, treinta asadas y treinta palas a fin de que según el terreno usen de la herramienta que convenga para hacer una zanja que absolutamente imposibilite a los indios el paso de una a otra costa del mar [AGN, Sala IX, 16-4-5 “F. Lucero a T. Gil, Puerto de San José, 1º de junio de 1788”]

Más aún, en el mismo trabajo de Silvina Buscaglia se hace mención a una propuesta anterior a la de Lucero, que fue planteada en 1783 por el teniente de infantería don José de Salazar. Este militar, que había encontrado un camino por tierra para la conducción de ganado entre los fuertes de San José y el Carmen, dejó por escrito en su diario los peligros que representaban los indígenas para el fuerte y propuso fortificar el istmo. Según sus propias palabras:

Para el menor costo de la Real Hacienda en la subsistencia de aquel Puerto, seguridad de sus ganados, y resguardo de sus habitadores, me parecía que en la lengua de tierra o angostura que forma la Península de este Puerto y el del Sur, se construyera con estacas, por ahora un fortín provisional, guarneciendolo con la mitad del destacamento [...] Tomada esta angostura se consiguieran tres cosas: primera, impedir que los Indios […] puedan entrar a aquella península, con tan reducida guarnición [...] Segunda: que todo el ganado que se lleve o arríe está segurísimo de perderse, y no necesita de peones que lo guarden y pastoreen. Tercera: que los presidiarios que se destinen para los trabajos de la sal y demás que ocurran no pueden desertarse aunque estén en toda libertad.
Fundação Biblioteca Nacional, "Diario de la Expedición de Don José de Salazar"

Extracto del diario de la expedición de Don José de Salazar en 1873, donde plantea la necesidad de trasladar el destacamento a la parte más angosta del istmo y las ventajas que ello traería. Fuente: Fundação Biblioteca Nacional.

Si bien Salazar no planteó una zanja, sí planteó improvisar una especie de fortín con estacas, cortando el paso en la parte más estrecha del istmo. Si hacemos un rápido repaso de los textos que llegaron hasta el día de hoy, podemos ver que Salazar propuso establecer un fortín y algún tipo de empalizada en el istmo en 1783, idea que luego amplió Lucero en 1788, incluyendo la zanja, y que fue retomada en último lugar por Aragón en 1808. Poco más de dos décadas pasaron entre las propuestas de esas tres personas, y nada se hizo. El trágico final del Fuerte San José llegó poco después, en 1810, pero eso es parte de otra larga historia que algún día contaré por este lado.

Vista satelital del istmo Ameghino, donde se aprecia que la distancia más corta entre las dos orillas es de 6,5 km. Arriba a la derecha se alcanza a divisar la Isla de los Pájaros, y más a la derecha, Punta Logaritmo, de la cual ya he hablado aquí. Fuente: Google Maps.


Por ahora se trata de otro misterio, al menos para mí. Si alguien tiene información extra sobre este asunto, será bienvenida, y como de costumbre los animo a dejar comentarios para que los puedan leer todos los que visitan el blog. Nos veremos en la próxima entrada, con algún otro tema que aún no tengo definido. Hasta entonces.

Comentarios

  1. Excelente artículo Patricio, tal vez la zanja hubiese sido el comienzo de una futura central mareomotriz que aprovechase la diferencia de mareas entre ambos golfos, pero somos un país de grandes proyectos y mayores frustraciones.

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    1. Gracias por tu comentario Patricio. El tema de la central mareomotríz es algo que tengo pendiente de tratar por acá, es una historia muy interesante. Como vos decís, formamos parte de un país de grandes proyectos y mayores frustraciones, y en la Patagonia tenemos muchos ejemplos de ello (el ferrocarril transpatagónico, por ejemplo). Saludos

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