Un salvamento en el puerto de Santa Elena (1837)

Es bien sabido que el litoral patagónico ha sido testigo de numerosos naufragios y tragedias desde que Magallanes arribó a estas costas en 1520. Algunos de esos pecios aún permanecen visibles sobre la costa, mientras que otros yacen bajo el agua en sitios ya identificados y documentados. Pero una cantidad difícil de precisar, y me temo que superior a la de los naufragios reconocidos, se ha perdido para siempre por la acción de los elementos y/o el hombre, y su recuerdo solo queda en relatos dispersos de siglos pasados, en alguna cuestión toponímica o en un pequeño resto material difícil de identificar. Hoy les voy a contar la historia de uno de esos naufragios, cuyos vestigios materiales se desvanecieron con el tiempo, pero que dejó un registro documental de gran interés. Los invito a conocer la historia del ballenero francés Adolphe y el proceso judicial que se desencadenó tras su pérdida.

[Imagen temática generada con Chat GPT]


Un naufragio en la costa patagónica

Poco se sabe de la historia previa del ballenero Adolphe, apenas que se trataba de un barco francés procedente de Nantes. Seguramente se trató de uno de los miles de navíos que durante siglos surcaron los mares cazando ballenas para extraer su aceite. Si bien la caza de ballenas parece haberse desarrollado desde hace milenios, la caza industrializada recién comenzó en el siglo XVII, y para principios del siglo XX alcanzó un nivel tal que se superó el límite de sustentabilidad, causando un descenso dramático en las poblaciones de estos animales. Sin embargo, a comienzos del siglo XIX, aunque ya se cazaban miles de ejemplares por año, la actividad todavía no había llegado al nivel de tecnología y demanda que luego puso en peligro a la especie. En ese contexto navegaba el Adolphe, un ballenero a vela con una tripulación de alrededor de treinta marinos acostumbrados a las largas travesías entre Europa y el Atlántico Sur, que podían extenderse durante meses.

El día 15 de abril de 1837, el periódico de lengua inglesa British Packet and Argentine News, de Buenos Aires, informa en su sección sobre movimientos portuarios que el día 10 del mismo mes arribó al puerto de la ciudad, con viento norte, el bergantín Argentino, procedente de la Patagonia. Traía 1.200 fanegas de sal y 40 jamones, además de varios pasajeros, entre los que se hallaban hombres, mujeres y niños que probablemente venían de Bahía Blanca, además de un grupo de 26 náufragos. Unas pocas líneas más adelante se informaba como habían llegado esos náufragos hasta allí:

Memoranda de Navegación
Naufragios
El 2 de febrero pasado, el barco francés Adolphe, (ballenero) procedente de Nantes el 5 de octubre último, naufragó en el puerto de Santa Elena, costa de la Patagonia. El Capitán, 5 oficiales y 20 tripulantes llegaron en tres botes balleneros a Río Negro, Patagonia, después de una travesía desde el naufragio de 20 días. Uno de los tripulantes se ahogó cuando se perdió la nave, y seis de ellos abandonaron los botes balleneros en la península de San José, sin que hasta ahora se haya recibido noticia de ellos. Los sobrevivientes llegaron al puerto de Buenos Aires el 10 del corriente, en el bergantín Argentino.

Extracto de la página 4 del British Packet and Argentine News, Nº 556, Vol. 11, sábado 15 de abril de 1837. Fuente: Biblioteca Nacional Mariano Moreno.


Poco más de dos meses después, la noticia del naufragio del Adolphe llegaba a la prensa francesa, aunque curiosamente no se mencionaba el arribo de los supervivientes a Buenos Aires, sino el relato de la tripulación de un barco norteamericano que había encontrado el barco abandonado en la costa de Santa Elena, en las inmediaciones de la bahía de Camarones.

Le Mémorial Bordelais, 28 de junio de 1837
Se nos informa que el barco estadounidense Tritón, procedente de Nueva York, Inglaterra, notificó que, cerca de la costa de la Patagonia, se topó con un vendaval que lo empujó hacia una zona de la costa donde avistó al ballenero naufragado Adolphe, procedente de Nantes. En tierra, cerca del lugar del desastre, se encontraba una cruz a la que se sujetaba una botella con un recipiente que indicaba el nombre del barco, la fecha y las circunstancias del naufragio, los nombres de los oficiales y marineros, así como el del desafortunado hombre cuyo cuerpo yacía en el suelo bajo la cruz. Aún no se han obtenido pistas sobre el destino de la tripulación del Adolphe.

Vista satelital del puerto (natural) de Santa Elena, en las cercanías de Camarones [Fuente: Google Maps].


A partir de estos dos recortes de prensa podemos reconstruir en pocas líneas la historia general de este naufragio:

1- El ballenero francés Adolphe naufraga en Santa Elena, quedando el barco muy dañado sobre la costa, imposibilitado de volver a navegar. Uno de los marineros fallece en este accidente.

2- El capitán y los demás marineros se embarcan en los botes balleneros y emprenden una navegación hacia el norte. En el camino seis tripulantes se quedan en la península Valdés, sin que nada se sepa de su destino.

3- El resto de los náufragos llega hasta Río Negro, donde son rescatados por el bergantín Argentino, que los lleva hasta Buenos Aires.

4- Mientras los náufragos viajaban a Buenos Aires, un navío norteamericano, el Triton, sobrevive a un fuerte temporal y fondea en Santa Elena, donde encuentra al pecio del Adolphe.


Un remate en EE.UU.

La historia del Adolphe no termina aquí, pues la llegada del Triton al lugar del siniestro dio origen a una demanda de salvamento. En aquellos tiempos, los tripulantes de un barco que hallaban un pecio abandonado podían rescatar la carga y elementos de valor del mismo y luego reclamar su parte. Ese procedimiento fue aplicado por la tripulación de Tritón, tal como veremos en las siguientes líneas. En el periódico Republican Herald (Providence) del 17 de junio de 1837 se anunció la presentación de la demanda de salvamento por parte de Caleb Williams Jr., capitán del Triton, y sus propietarios. El aviso detallaba que la reclamación incluía velas, aparejos, provisiones y distintos implementos navales extraídos del buque francés, e invitaba al público a seguir el juicio en la Corte de Distrito de Rhode Island, fijado para finales de ese mismo mes. Unas semanas más tarde, el 12 de julio, el mismo periódico anunciaba la subasta subasta pública que, por decreto judicial, se llevaría a cabo en Providence para rematar la totalidad de los materiales salvados del Adolphe. La lista incluía desde velas, cables y anclas, hasta instrumentos de caza de ballenas, cañones y calderas, muchos de los cuales eran descritos como novedosos y nunca antes vistos en los Estados Unidos. El aviso especificaba que los artículos serían vendidos al mejor postor, y que la noticia debía ser reproducida en varios diarios de Nueva Inglaterra y Nueva York, reflejando así la amplitud del interés suscitado por este singular cargamento.

Recortes del Republican Herald del 17 de junio (izquierda) y 12 de julio (derecha). Algo idéntico se publicó en el periódico The Northern Star and Constitutionalist, el 15 de julio. Todos los ejemplares pueden consultarse en la Biblioteca del Congreso de los EE.UU.


El juicio entre el Triton y el Adolphe

Hoy en día es posible acceder a la sentencia completa de aquel juicio de 1837, que tuvo lugar en la Corte de Distrito de Rhode Island (EE.UU.). Todo el caso gira en torno a si el rescate del Adolphe constituía un acto de salvamento legítimo de un buque abandonado, qué compensación correspondía, y cómo se repartían riesgos, pérdidas y beneficios entre rescatadores y dueños originales.

Cuando la tripulación del Triton llegó al puerto de Santa Elena, declaró que encontró al buque francés Adolphe, varado, abandonado y en malas condiciones, con el casco agujereado y sin timón. Ante esta situación, decidieron rescatar la carga (la que luego subastaron en EE.UU.), aparejos y cobre del barco, incluso arrojando parte de su propio cargamento al mar para hacer espacio. También prendieron fuego al Adolphe para recuperar el cobre que protegía la parte externa del casco, debajo de la línea de flotación. El capitán Williams declaró haber incendiado el Adolphe el 10 de marzo, partiendo de Santa Elena el 18 del mismo mes. Según sus propias palabras, «Obtuvimos una pequeña parte del cobre prendiendo fuego al naufragio y probablemente habríamos obtenido la mayor parte si no hubiera sido por el vendaval del 11 y 12, que lo arrastró al mar». El clima del lugar en cierta manera amenazaba con darle el mismo destino al Triton que el que tuvo el Adolphe. Otros tripulantes relatan lo peligroso del rescate:

  • Beverly (tripulante del Triton): «Sacamos todo del Adolphe excepto la cubierta inferior de barriles, que estaban llenos de agua salada». 
  • Hart (tripulante del Triton): «Dejamos la cubierta inferior de barriles en el naufragio; el agua entraba, por lo que no nos atrevimos a trabajar allí, y el naufragio se desmoronaba cada día que permanecíamos allí». 
  • Hunt (sobrecargo del Triton), dice que salvaron todo lo que pudieron.
  • Smith (segundo oficial del Triton): «Después de sacar la mayoría de los barriles de aceite, el capitán y Hunt decidieron quemarlo... dos tercios de la segunda cubierta de la bodega inferior del Adolphe estaban destrozados». 


Como se puede ver, el estado del Adolphe no era bueno, y las inclemencias climáticas estaban acelerando su destrucción. En ese contexto, la tripulación y los dueños del Triton reclamaron el salvamento o compensación por rescate sobre la carga del Adolphe (en inglés «salvage»). Pero a este reclamo se le agregaron otros dos, uno de parte del Consulado francés en Nueva York, que reclamó la devolución de la carga a los dueños originales, menos un pago razonable de salvamento, y un conflicto interno entre los tripulantes del Triton.

¿Fue un salvamento o no?

La cuestión central que debió resolver la Corte de Rhode Island fue si el Adolphe debía considerarse un caso de derrelicto (derelict). Según la RAE, el término designa a un «buque u objeto abandonado en el mar», y proviene del latín derelictus (abandonado). El juez concluyó que efectivamente se trataba de un derrelicto, ya que no existían pruebas claras de que la tripulación del Adolphe hubiese tenido la intención de regresar. Para fundamentar esta decisión, se apoyó en la ausencia de cualquier señal o documento dejado por los marinos que indicara su propósito de retornar. Cito a continuación un fragmento del fallo donde se justifica este asunto:

Considero innecesario continuar con estas observaciones, ya que quienes establecen la intención de regresar en casos de abandono, a primera vista, están obligados a aportar alguna prueba de dicha intención. Se ha utilizado un documento encontrado a bordo del Adolphe, firmado por Hyppolitus Leopold Saxemoeder, arponero a bordo del Adolphe, con fecha del 8 de febrero de 1837, para demostrar la intención de regresar. Era el propietario de un cofre encontrado a bordo, y este documento parece haber sido escrito con el fin de preservar su derecho durante un periodo de tres años. En este documento dice (refiriéndose al cofre): «No está abandonado. Rogamos a quienes lo encuentren que lo respeten durante un periodo de tres años», etc. Un documento firmado por una persona de tan poca importancia a bordo no tendría mucho valor como prueba de la intención del capitán de regresar al barco. Pero, en todo caso, demuestra demasiado: la intención de no abandonarlo antes de tres años. Difícilmente se puede sostener que el Adolphe y su carga no debían considerarse abandonados hasta después de ese tiempo. Si el propietario de este cofre consideró necesario dejar este documento para preservar su propiedad, ¿por qué el capitán del Adolphe no dejó algún escrito que mostrara cuál era su intención al abandonarlo y diera algunas instrucciones a quienes pudieran tomar posesión de la propiedad? Se encontró un documento en una botella en la cabecera de la tumba de uno de los tripulantes del Adolphe, ahogado durante el naufragio. Este papel daba cuenta del desastre y del nombre del fallecido, y estaba firmado formalmente por los oficiales y la tripulación; pero no contenía nada que indicara ninguna intención de regresar, ni adónde habían ido el capitán y la tripulación. Por lo tanto, considero que la reclamación de los demandantes en este caso es por el salvamento de bienes abandonados.

Otra cuestión a dirimir fue la decisión de la tripulación del Triton de arrojar parte de su propia carga para hacer espacio y rescatar los bienes de valor hallados en el Adolphe. Los dueños del Triton pidieron indemnización especial, pero el juez la denegó, considerando que esas pérdidas solo podían computarse como un sacrificio dentro del cálculo de proporciones, no como un reclamo independiente. Los ingresos obtenidos por el salvamento del buque, una vez deducidos los impuestos, fueron de unos 5.800 dólares (equivalentes a casi 200.000 dólares de 2025). El juez entendió que la decisión de arrojar la carga fue un error del capitán y del sobrecargo (quien además era copropietario del Triton), que valoraron mal los bienes a bordo del Adolphe. A su juicio, esa equivocación no debía perjudicar a los legítimos dueños de la carga rescatada, por lo que los salvadores debían asumir las consecuencias de su propia decisión y limitarse a recibir la porción que les correspondiera conforme a la ley marítima. La distribución del salvamento otorgada fue:

  • El 60% del valor neto a los salvadores, más de lo usual por el esfuerzo y riesgos. de esta parte. La mitad era para dueños del Triton y la otra mitad se distribuyó entre capitán, oficiales y marineros (según rango y aporte).
  • El 40% restante para los dueños franceses originales.

Otra cuestión abordada en el fallo fue el reclamo de los propietarios del Adolphe, quienes sostenían que el incendio del buque constituyó una destrucción gratuita de bienes. Alegaban que parte de la carga había quedado arruinada y que, en caso de haber regresado el capitán y la tripulación del Adolphe, se les habría impedido recuperar lo que el Triton no había alcanzado a rescatar. A su entender, tal acción merecía la censura de un tribunal marítimo, encargado precisamente de proteger la integridad de los bienes. No obstante, el juez consideró el incendio justificado, pues entendió que la intención de los salvadores había sido recuperar el cobre y evitar que el barco continuara deteriorándose, más que destruir su cargamento de manera arbitraria.

Francia insiste con el reclamo

El fallo de la Corte de Rhode Island parecía bastante lógico y fundamentado. Sin embargo, el gobierno francés, seguramente a instancias de los propietarios del Adolphe, intentó recuperar parte del dinero recuperado por el salvamento que había sido cobrado por el gobierno de los EE.UU. mediante derechos aduaneros. Este último capítulo de la historia se puede leer de la fuente original, un documento oficial del 25º Congreso de EE.UU., 2ª Sesión (1839), donde el Comité de Comercio informa sobre la petición del vicecónsul de Francia en Newport, Fauvel Gourand de la Martinique.

El vicecónsul francés pidió que se anularan los derechos de aduana, alegando que era potestad del Gobierno estadounidense liberar de impuestos a las mercancías extranjeras traídas como propiedad rescatada. El monto de esos derechos aduaneros fue de 937,69 dólares (casi 32.000 dólares de 2025), pero el gobierno francés argumentaba que las mercancías pertenecían a súbditos del Rey de Francia y no debían gravarse. El contralor del Tesoro informó que no existía tal práctica en EE.UU. y que Francia tampoco concedía esa exención a bienes de estadounidenses en casos similares. El Comité de Comercio recomendó rechazar la petición, sosteniendo que este tipo de beneficio solo podría establecerse por tratado internacional recíproco, no por costumbre unilateral. Luego, el Congreso adoptó la recomendación y decidió no conceder la anulación de los derechos.

Palabras finales

Luego de un extenso recorrido, hemos llegado al final de esta historia. La historia del naufragio del Adolphe, el salvamento del Triton y las consecuencias de este acto quedaron documentadas en la prensa de la época y en los archivos estatales de EE.UU.. No podemos saber en qué lugar exacto ocurrieron los sucesos, más allá de la mención general del puerto de Santa Elena. Ese lugar fue frecuentado durante siglos por marineros provenientes de Europa y Norteamérica, y es bien conocido por la existencia de restos de naufragios en diferentes lugares. Incluso hay tumbas, algunas perdidas al día de hoy, de infortunados tripulantes que nunca regresaron a su patria. Un caso bien conocido y documentado es el de George Crumby, tripulante de la HMS Ruby, quien murió en mayo de 1887 y su tumba se halla aún en el lugar. Esto me hace recordar a la tumba de uno de los tripulantes del Adolphe, que según los testimonios de los tripulantes del Triton se hallaba en el lugar y que hoy en día está perdida. El relato de los tripulantes del Triton dice que había una botella con su nombre, pero nunca se lo menciona. ¿Quién fue? ¿Qué o a quienes dejó atrás en su tierra natal? Y también vale preguntarse qué destino afrontaron los seis tripulantes que abandonaron los botes balleneros en la península Valdés. Las notas periodísticas de la época solo dicen que no había más noticias de ellos hasta el momento. ¿Qué habrá sido de sus vidas? 

Bueno, creo que es el momento adecuado de dejarlos con estas preguntas y con la historia previa, y que cada uno vaya tejiendo sus propias conclusiones. Me despido hasta la próxima entrada.


P.S.: Quiero hacer una aclaración final para evitar confusiones. Hay otro barco francés llamado Adolphe cuyo naufragio parece ser muy conocido, pero se trata de un barco naufragado en Australia en 1904. Lo comento aquí porque es el primero que van a encontrar cuando busquen en Google.
 

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