Reflexiones sobre ancestros, genes y la vida misma

Hace un par de días me llegó por las redes sociales un video realizado por el portal de turismo Momondo, titulado "The DNA Journey" (El viaje del ADN). El video, si bien tiene la edición y armado propios de un show televisivo, o sea, no evidencia el rigor científico esperado para un estudio de este tipo, deja un mensaje muy interesante para reflexionar acerca de los conceptos de raza, Nación y Humanidad. En el mismo se muestra un conjunto de 67 voluntarios de diferentes nacionalidades y razas que presumen, en cierta manera, de sus orígenes. Luego se les hace pasar por un examen de ADN a todos ellos y al final se les enseñan los resultados, en los cuales se revela que su ADN, su herencia genética, viene de diferentes lugares del mundo, incluyendo de aquellos pueblos o naciones a las que ven como enemigos o competencia. 

Portada del video "El viaje del ADN" [fuente: Youtube].

Este video, como si fuera una coincidencia aleatoria (si queremos verlo como un simple proceso estocástico) o una especie de "mensaje" (si queremos verlo como algo que "debía" suceder), vino a sumarse a algo que leí a finales del 2019. Se trata de la novela "El mundo de Sofía", del escritor noruego Jostein Gaarder, que supo tener su momento de éxito a principios de este milenio y que tenía hace mucho tiempo en mi lista de pendientes (lista que siempre crece más rápido de lo que puedo procesar). El libro es, en pocas palabras, un repaso de la historia de la filosofía occidental en forma de novela, donde un peculiar profesor le enseña a una niña de 14 años mediante una serie de clases poco ortodoxas. En uno de los últimos capítulos se da el siguiente dialogo entre Albert Knox (el profesor) y Sofía Amundsen (la alumna):



—Puedes decir que la vida es como una gran lotería en la que solamente los décimos ganadores son visibles.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Los que han perdido en la lucha por la existencia han desaparecido. Detrás de cada especie de plantas y animales de la Tierra hay millones de años de selección de «décimos ganadores». Y los «décimos perdedores» sólo aparecen una vez, lo cual quiere decir que no existe hoy en día ninguna especie de plantas o animales que no puedan llamarse «décimos ganadores» en la gran lotería de la vida.

... y unas pocas líneas más adelante
—¿No es también una consecuencia de la teoría de la evolución de Darwin que formamos parte de algo grande, y que cada minúscula forma de vida tiene importancia para el gran contexto? ¡Nosotros somos el planeta vivo, Sofía! Somos el gran barco que navega alrededor de un sol ardiente en el universo. Pero cada uno de nosotros también es un barco que navega por la vida cargado de genes. Si logramos llevar esta carga al próximo puerto, entonces no habremos vivido en vano.

La idea que se desarrolla tanto en el video sobre el viaje del ADN como en la novela de Gaarder es poderosamente simple. Cada uno de nosotros está acá porque hemos superado millares de pruebas evolutivas, no en forma personal, sino a través de todos nuestros antepasados. A su vez, esos antepasados, participes necesarios para que nuestra existencia sea concreta, provienen del mundo mismo, en su más amplio sentido, a pesar de que intentemos aferrarnos a identidades raciales, culturales o nacionales. Cada uno de nosotros transporta una carga genética que tiene millones de años, que se ha copiado, mezclado, mutado y preservado de formas que apenas entendemos. A pesar de que cada uno de nosotros es una fracción casi despreciable, en el sentido matemático, de la población mundial, no es menos cierto que somos los depositarios de todas las vidas que nos precedieron, lo cual nos hace claramente únicos e indispensables.

El proceso evolutivo en la Tierra ha llevado al nacimiento y extinción de millones de especies, de las cuales hoy en día solo quedan los, como dice la novela de Gaarder, "décimos ganadores". Al final de este camino, o sea, nuestro presente, cada ser vivo en el planeta es un barco que lleva como carga un conjunto de genes que ha superado cientos de millones de años de pruebas evolutivas. [Fuente: Pinterest].


Respecto del tema particular de los antepasados, nuestros ancestros humanos, se trata de un tema que me atrae mucho desde hace tiempo. He dedicado algo de esfuerzo a la genealogía familiar, aunque ahora tengo mis estudios un poco abandonados, pero me gusta pensar e indagar que fue de la vida de aquellos ancestros a los que no conocí: bisabuelos, tatarabuelos, y demás ascendientes. Sobre esto, quiero compartirles un breve extracto del libro de Bill Bryson, "Una breve historia de casi todo", con algunas elucubraciones interesantes.

Capítulo 26. EL MATERIAL DE LA VIDA
Si tus padres no se hubiesen unido justo cuando lo hicieron (posiblemente en ese segundo, posiblemente en ese nanosegundo), tú no estarías aquí. Y si sus padres no se hubiesen unido en el momento exacto oportuno, tampoco estarías tú aquí.
Retrocede en el tiempo y esas deudas ancestrales empezaran a sumarse. Con que retrocedas sólo unas ocho generaciones, hasta la época en que nacieron Charles Darwin y Abraham Lincoln, encontraras a unas 250 personas de cuyas uniones en el momento oportuno depende tu existencia. Si sigues más atrás, hasta la época de Shakespeare y de los peregrinos del Mayflower; y tendrás como mínimo 16.384 ancestros intercambiando afanosamente material genético de una forma cuyo resultado final y milagroso eres tú.
Veinte generaciones atrás, el número de personas que procrearon en beneficio tuyo se ha elevado a 1.048.576. Cinco generaciones antes de eso, habrá como mínimo 33.554.431 hombres y mujeres de cuyos ardorosos acoplamientos depende tu existencia. Treinta generaciones atrás, tu número total de antepasados —recuerda que no se trata de primos, tíos y otros parientes intrascendentes, sino sólo de padres y padres de padres en una línea que lleva indefectiblemente a ti es de más de 1.000 millones (1.073.741.824, para ser exactos). Si retrocedieses 64 generaciones, hasta la época de los romanos, el número de personas de cuyos esfuerzos cooperativos depende tu eventual existencia se ha elevado hasta la cifra aproximada de un trillón, que es varios miles de veces el número total de personas que han vivido.
Es evidente que hay algo que está mal en las cuentas que hemos hecho. Tal vez te interese saber que el problema se debe a que tu línea no es pura. No podrías estar aquí sin un poco de incesto (en realidad, sin mucho), aunque se guardase una distancia genéticamente prudencial. Con tantos millones de antepasados en tu estirpe, habrá habido muchas ocasiones en las que un pariente de la familia de tu madre procrease con algún primo lejano de la familia de tu padre. En realidad, si tienes como pareja a alguien de tu propia raza y de tu país, hay grandes posibilidades de que estéis emparentados en cierta medida. De hecho, si miras a tu alrededor en el autobús, en un parque, en un café o en cualquier lugar concurrido, la mayoría de las personas que veas será probablemente pariente tuvo. Cuando alguien presuma delante de ti de que es descendiente de Shakespeare o de Guillermo el Conquistador, deberías responder inmediatamente: «¡No, también!». Todos somos familia en el sentido más fundamental y más literal.

Migraciones humanas y haplogrupos mitocondriales en los últimos 200.000 años. Estos haplogrupos muestran las variaciones encontradas en el ADN mitocondrial humano y sirven para trazar la ascendencia por línea materna hasta los orígenes de la especie humana en África y desde allí, a su subsecuente dispersión por toda la superficie del planeta. Fuente: Wikipedia.

En la medida que escarbamos en las raíces del árbol genealógico, éstas se van duplicando con cada generación: 2 padres, 4 abuelos, 8 bisabuelos, 16 tatarabuelos, 32, 64, 128... o sea, 2^n, donde n es la generación. Como dice Bill Bryson, "Veinte generaciones atrás, el número de personas que procrearon en beneficio tuyo se ha elevado a 1.048.576". Veinte generaciones, suponiendo una media de cuatro generaciones por siglo, nos lleva más o menos unos quinientos años para atrás, o sea, a los días en que Colón llegaba a América. En aquellos años, según estimaciones modernas, la población mundial rondaba entre los 400 y 500 millones de habitantes. Es decir, a grosso modo, que entre el 2 y el 2,5 por mil de la población de aquellos años tiempos debería ser antepasado mio (o de cualquiera de los lectores de esta nota). Más allá de que, como dice Bryson en su libro, esto se explica con un poco de incesto, estos números me hacen pensar en lo maravilloso de nuestra existencia. Puesto a pensar en términos matemáticos, la existencia de cada individuo en este planeta es probabilisticamente casi insignificante. La probabilidad de mi propia existencia depende de tantos entrecruzamientos genéticos y de la supervivencia de millares de individuos ante diferentes tipos de contingencias, que es practicamente nula. ¿No es eso algo maravilloso? Dicho en términos más vulgares, como los que uso coloquialmente... ¿No les vuela la cabeza esta idea? A mí sí.

Para cerrar, voy a hacer un breve ejercicio mental sobre el árbol genealógico personal. Si me remonto a mis antepasados, al llegar a mis bisabuelos, en el caso paterno, o tatarabuelos, en el caso materno, me encuentro con que toda mi genética personal proviene de Italia y España. Sobre la segunda mitad del siglo XIX mis genes andaban pululando por el norte de la península Ibérica y por todo el territorio de la actual Italia. Si retrocedo más en el tiempo, más allá de donde tengo documentación, me atrevo a aventurar que parte de esos genes, en particular los que rondaban el norte de Italia, deben haber migrado desde el centro de Europa. Por su parte, la genética asociada a los ancestros del centro-sur de Italia y España es muy probable que tenga mezclas mediterráneas de todo tipo. Si me atrevo a ir más atrás en el tiempo, siglos, o miles de años, seguramente los genes centroeuropeos habrán migrado desde Asia, mientras que los mediterráneos provendrán del norte de África y el cercano Oriente. Empujando un poco más el reloj del tiempo en el sentido inverso, en algún momento todos los genes confluirán nuevamente hacia el centro de África, donde todo comenzó. Seguramente así sucederá si analizamos el árbol genealógico del anónimo lector de este blog, con el cual tendremos un parentesco que trasciende cualquier barrera cultural, social, étnica, religiosa o política. Pregunto de nuevo: ¿no les vuela la cabeza esta idea? A mí, definitivamente, SÍ.

Los dejo para que sigan reflexionando por su cuenta. Nos vemos en la próxima entrada, que volverá sobre los temas más habituales de este blog. Hasta entonces.

Comentarios

  1. maravilloso posteo!!! para volar pelucas, sin dudas. Gracias por compartir!

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    1. Gracias Magalí, me alegro que te haya gustado y que también te provoque la sensación de "volarte la peluca". Gracias por comentar. Saludos

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