Extraños rituales nocturnos en Madryn: un encuentro ¿sobrenatural?... y un grupo de jóvenes miedosos

El disparador, o excusa, de esta nota, es una anécdota personal de una fría y oscura noche de invierno de mediados de los noventa. Pensaba aprovechar la excusa del Halloween foráneo para publicarla, pero no me dio el tiempo para terminar la escritura y de armar el contexto. Ahora, sin mayores prisas, les voy a contar los detalles, aunque en vez de empezar por la anécdota en sí, voy a ir por algunos pequeños bocadillos de entrada para entender el contexto.


Fuente: Wikimedia


Buscando noticias extrañas

A principios de los noventa, en una época donde la palabra Internet aún era desconocida, ya tenía algunas mañas que hoy en día conservo (e incremento). Ahora me la paso descargando información de la web y almacenando enlaces con sitios y artículos de interés, muchos de los cuales archivo de manera inadecuada y luego reencuentro pasados unos años. En aquel entonces hacía lo mismo, pero con diarios y revistas de papel (lo que algunos llaman fomrato "árbol muerto") y guardando recortes en carpetas. El criterio de selección de las notas podría resumirse como aquellas que contenían cosas raras, extravagantes, fuera de lo común, o que tenían algún trasfondo histórico o científico que me resultara interesante. Así, convivían recortes de noticias sobre el transbordador espacial, hallazgos arqueológicos en Egipto, leyendas regionales, OVNIs, etc., etc.

Recortes del diario El Chubut del año 1992, alertando sobre rituales en diversos lugares de la ciudad de Rawson (26 de junio, 12 de agosto y 2 de diciembre).

 
En aquellos años, de tanto en tanto, se publicaban notas periodísticas en los diarios regionales que reportaban el hallazgo de restos de lo que parecían rituales nocturnos en zonas poco transitadas o incluso en cementerios. En mi escasa recopilación quedaron unos recortes de los años 1992 a 1995 alertando sobre rituales al amparo de la noche, con animales sacrificados, velas, maíz y otros elementos diversos. No era raro hallar en algunas de esas notas la opinión de un "experto", algún tipo de "brujo" o mero charlatán, tratando de explicar los simbolismos de aquellos rituales. Ante el ojo escéptico todo aquello se veía como (y se sigue viendo) simple superchería sin importancia, pero a falta de noticias más importantes los diarios les dedicaban bastante espacio, generando cierta inquietud en algunos vecinos. La presencia de personas anónimas invocando quien sabe qué cosas al amparo de la noche no era algo muy auspicioso, en una época donde no había internet, ni smartphones... ni celulares tradicionales (a los más jóvenes: en esos años los celulares eran más difíciles de hallar que un perro verde).
 
Recortes del diario El Chubut de los años 1993 y 1995, alertando sobre rituales en diversos lugares de la ciudad de Puerto Madryn (25 de abril y 25 de mayo de 1993 y 16 de enero de 1995). Fuente velas: Clipartmax.


El día del amigo de 1994

La historia que quiero contar, y que me llevó a escribir esta entrada, se remonta a una fría noche de 1994, más precisamente el sábado 23 de julio. Nos habíamos juntados para celebrar el Día del Amigo, tal como se lo celebra en Argentina, aunque con unos días de demora. Para los que no lo recuerden, o no lo sepan, apenas cinco días antes, el 18 de julio, había sido volada la sede de la AMIA en Buenos Aires, un crimen impune que dejo 85 muertos y numerosos heridos. Si bien no tiene mucho que ver con el relato, es una parte del contexto de aquellos días. La cosa es que aquel sábado a la noche nos reunimos "los de siempre" a festejar el día del amigo. Hacía frío, pero si mal no recuerdo la noche era calma y despejada. Nos reunimos en la casa de la abuela de uno de mis amigos, Javier, que casualmente estaba a la vuelta de mi casa, así que esa noche salí sin el auto (un Falcon Futura del '68 del que alguna vez escribiré algo). La noche empezó tranquila, hicimos unos pollos a la parrilla y una picada, y pasaron las horas entre las risas y "gastadas" propias de los que están punto de cumplir 20 años. Cerca de la medianoche, para cambiar un poco de aires, salimos a dar la típica vuelta del perro madrynense. Javier había conseguido prestada la Renault Traffic de su familia, lo cual posibilitó que nos desplazáramos todos juntos. En total eramos una decena, así que en la Traffic entrábamos con lo justo. Para ponerlos en contexto, salimos a la medianoche, hacía frío, casi no había nadie en la calle. Nos desplazamos desde el barrio Oeste hacia la costa, enfilamos por Julio A. Roca y luego nos desviamos por el boulevard Alte. Brown, siguiendo el camino típico de todo buen madrynense: desde la primera rotonda hasta el monumento al Indio Tehuelche, en Punta Cuevas, ida y vuelta. En el camino, no lo recuerdo bien, nos debemos haber cruzado cuatro o cinco autos, no más. Una vez llegados al monumento, en vez de pegar al vuelta, seguimos hacia el sur, hacia donde ahora está el Ecocentro.

El lugar donde luego se construyó el Ecocentro fue donde se desarrolló este historia. Fuente: Facebook Madryn Olvidado.


Aquí hago un breve paréntesis para aclarar algo: era el '94, el Ecocentro no existía ni como proyecto, todo ese lugar era agreste, con algunas entradas donde se estacionaban autos. Por las noches esa zona era conocida como "Villa Cariño" y también como un lugar donde algunos se juntaban a tomar unas cervezas. No había iluminación artificial de ningún tipo, la civilización apenas llegaba hasta la rotonda del indio tehuelche, unos metros más allá la Patagonia volvía a su estado puro, natural y agreste. Mientras andábamos por allí, sin rumbo, guiados más que nada por la sensación de que no había nada que hacer y que teníamos que ir volviendo para nuestras casas, vimos un auto salir, más o menos desde el estacionamiento que hoy se halla al sur del Ecocentro, donde está el pileton. La partida del auto nos hizo suponer que habíamos interrumpido algo... más que nada teniendo en cuenta que por algo ese lugar se llamaba Villa Cariño. No le dimos mayor importancia al asunto, y terminamos estacionando en el mismo lugar de donde antes había salido el auto.

 

El círculo amarillo marca la zona aproximada donde nos estacionamos esa noche de julio de 1994. Fuente del mapa: Google Maps.


¿Por qué estacionamos allí? Ni idea, como tampoco tengo idea porque terminamos en playa Kaiser a esa hora. Se trata de una de esas coincidencias particulares, que con un leve cambio, ya sea atrasando o adelantando el reloj, o cambiando unos metros el lugar de detención, me hubiesen privado de esta anécdota. Aclaro esto porque luego sucedió algo muy rápido. Llevábamos no más de cinco minutos, diez a lo sumo en el lugar, todos arriba de la Traffic porque afuera estaba helado, cuando vimos que llegaba otro auto al lugar donde nos encontrábamos. La Traffic estaba estacionada apuntando al mar, con todas las luces apagadas, y vimos como el otro auto se acercó al punto de estacionar en paralelo a nosotros, a unos tres o cuatro metros de distancia, pero con los faros apuntando en forma oblicua, en dirección a unos matorrales costeros. Recién entonces vimos lo que la oscuridad nocturna nos había escondido a pocos metros de donde estábamos: un improvisado altar al reparo de los arbustos, con diez figuras de unos 15 a 25 cm de altura, de aspecto macabro, y un ladrillo manchado.


Una reacción impulsiva

Lo que sucedió a continuación fue una reacción totalmente irracional, atávica, propia de adolescentes con demasiadas películas de terror clases "B" en la cabeza. Javier, que manejaba la Traffic, largó una exclamación, una puteada, puso en marcha el motor, y salió marcha atrás. Retomó el camino hacia el monumento al indio tehuelche apurando la marcha, mientras una parte de los que íbamos en la Traffic tratábamos de convencerlo de que baje un cambio, que no era para salir así. No puedo recordar que postura tenía cada uno en ese momento, solo recuerdo claramente la reacción impulsiva de Javier. La cosa fue que logramos convencerlo de volver, pero para eso ya estábamos a la altura de la rotonda de Aaron Jenkins (si acá digo "El Rancho" a más de uno se le va a piantar un lagrimón). Nos cruzamos un auto de la policía y los pusimos al tanto de la situación, así que volvimos al lugar de los hechos siguiendo al patrullero (¿o el patrullero nos seguía a nosotros?... ufff, no me acuerdo). Cuando llegamos allá estaba el otro auto y creo que había llegado uno más. La voz se había corrido. Ahora sí, más calmados, bajamos de la Traffic y fuimos a ver la escena de cerca, mientras los dos policías miraban un poco la escena. Recién ahí notamos que unos metros más allá, sobre la tosca que se interna en la línea de marea, había una caja con flores y cintas de colores. Uno de los policías se acercó hasta allí a ver, pero ninguno de nosotros avanzó tanto. Yo me acerqué a ver el improvisado altar, con sus figuras de apariencia demoníaca y el ladrillo manchado. Soplaba viento, hacía frío, nadie quería quedarse mucho tiempo allí. Atiné a tomar una foto, pero, otra vez, Javier (esa noche estaba muy sugestionado) me dijo que me dejara de joder, que no se me ocurra tomar una foto de eso. Finalmente nos fuimos, dejando el extraño santuario con los policías y más curiosos que se iban arrimando en auto en la medida que nosotros nos alejábamos.

Nota publicada en el diario El Chubut del 25 de julio de 1994, donde se resume parte de la historia de aquella noche.

 
Volvimos a la casa donde había empezado la juntada del Día del Amigo. Nos quedamos un rato charlando, repasando los hechos, riéndonos de los tontos que habíamos sido, pero con una extraña inquietud en el ambiente. Yo me volví a mi casa, que estaba a una cuadra de allí y me fui a dormir, con un dejo de intranquilidad, pero creo que dormí bien, sin sobresaltos. Creo que algunos de mis amigos se quedó a dormir en la casa de la abuela de Javier, sin muchas ganas de tentar a la noche fría y ventosa.
 
La fotografía del diario, coloreada artificialmente con la herramienta online de Photomyne, nos muestra más vivamente como lucían las estatuillas que vimos aquel día.


Bueno, hasta aquí la anécdota de aquel día. Un manojo de jóvenes/adolescentes, bastante supersticiosos, que se pegó un buen susto aquella noche al encontrar algo inesperado en la espesura de la noche. Visto a la distancia, con lo que ha pasado desde el '94 hasta ahora, fue algo casi infantil. Pero bueno, todavía no habíamos llegado a la mitad de los noventa y nos quedaba algo de la ingenuidad y capacidad de sorpresa de los años ochenta. Nunca se supo nada sobre los que participaron de aquel ritual nocturno, peo seguramente no fue ni la primera ni la última vez que sucedió. De hecho, hace pocos años, caminando con mi familia por playa Kaiser una mañana de invierno, encontré en un recoveco de la tosca un mantelito de colores con pétalos de flores y velas consumidas encima. Al parecer algunos rituales nocturnos no han dejado de realizarse al amparo de la oscuridad y el viento.


Reflexiones finales

La anécdota de hoy, que reconozco que es de una ingenuidad asombrosa, me despierta mucha nostalgia. Quizás este raro 2020, que nos ha obligado a estar más tiempo encerrados y a pasar más tiempo examinándonos a nosotros mismos, haya impulsado esta nostalgia. Trataré de ir desempolvando otras en medida que las pueda ir reconstruyendo, como de costumbre. Por supuesto, sobre este asunto invito a los "lectores constantes" del blog para comentar y compartir otras anécdotas sobre estas cuestiones, porque seguro ha pasado más de una vez (lo mismo si alguien estuvo esa noche de 1994, sería enriquecedor ampliar lo que pasó esa noche).

Nos vemos en la próxima entrada, como de costumbre. Hasta entonces.

Comentarios

  1. Uf, nombraste la calle Aaron Jenkins y me volvieron a la mente mis veranos en Madryn cuando era chico en los 90. Si mal no recuerdo la ciudad se terminaba ahi. En esa calle vivian/viven mis amigos, a una cuadra de la playa. Me acuerdo que nos internabamos en el desierto que tenian en frente, y hasta el indio no habia nada (ni el hotel abandonado). Rancho Cucamonga se llamaba el lugar no? El que se hundio tantos años despues. Creo que fue el primer lugar donde atine a salir llegando a la adolescencia :D

    Dejando de lado la melancolia de la infancia: en la zona del Alto Valle se dice que hubo mucho ocultismo. Los pioneros de mi pueblo siempre hablan de las cosas raras que hacia el fundador del pueblo, de las demas familias con imponentes casonas en las chacras realizando simil actividades. Volviendo al "Jeremias Springfield" local (no quiero dar apellidos por si sus descendientes se ofenden), hace unos años...antes que su casa se convierta en museo (un museo horrible donde no han dejado nada original en su interior, mas bien parece un bar cool de Palermo), las empleadas municipales que estaban a cargo de cuidar el lugar, te contaban todas estas historias de terror sobre la flia y el lugar...compartiendo unos lindos mates invernales.
    Saludos! Feliz 2021.

    PD: Tambien en el alto valle siempre te recomiendan algun que otro curandero super especialista en curar enfermedades imposibles. Por lo tanto todas estas cosas estan presentes en el lugar, no tan a la vista pero estan.

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    1. Hola Joaquin, gracias por tu comentario y tu testimonio. Decir Aaron Jenkins me remonta a la adolescencia, y como vos decís, era la frontera entre la ciudad y el campo. Efectivamente, el lugar del que hablas era "El Rancho", que luego se lo llevó puesto la inundación de abril de 1998.
      Muy interesante tu comentario sobre el alto valle, si te interesa aportar algo más escribime a mi facebook.
      Gracias por tus buenos desea. Feliz 2021 para vos también!!

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