Reflexión: de los Cerebros Electrónicos a la Inteligencia Artificial

Hace unos días desempolvé (metafóricamente) un libro que supo auxiliarme en los primeros años de ingeniería. Se trata del libro «Cálculo numérico y gráfico», del matemático Manuel Sadosky, en su 4º edición (1962, la 1º era de principios de la década de 1950). Ese libro, que ya era viejo cuando yo estudiaba, era fantástico, con todos sus ejemplos y demostraciones, muchos de los cuales estudié y/o reproduje en diferentes materias. Pero no es de cálculo numérico estrictamente de lo que quiero hablar, sino de la visión acerca de las computadoras en la mitad del siglo XX, nada menos que de la mano del prestigioso Sadosky.

Portada del libro de Manuel Sadosky que dio origen a esta entrada.


En uno de los apéndices del libro, Sadosky trata sobre la «Evolución del cálculo mecánico y automático», haciendo un breve repaso desde el ábaco y las reglas de cálculo, hasta las primeras computadoras digitales. De forma didáctica y resumida, Sadosky describe el salto tecnológico que representaban estas rudimentarias computadoras pioneras, que eran capaces de resolver operaciones a velocidades nunca antes vistas. A modo de ejemplo, la Mark I de la Universidad de Harvard, podía resolver una adición o resta de dos números de 23 cifras en 0,3 segundos; o determinar un logaritmo en 68,4 segundos. La ENIAC, de la Universidad de Pensilvania, alcanzaba velocidad mucho más elevadas, del orden de diezmilésimas de segundo para las sumas y milésimas de segundo para las multiplicaciones, alcanzando una media de un millón de operaciones por hora,

En este contexto, la prensa de la época había bautizado a estas primeras computadoras, ingeniosas pero rudimentarias máquinas de cálculo, como «cerebros electrónicos». Este apodo, según Sadosky, era más propaganda que realidad. Aunque reconocía las sorprendentes similitudes entre los circuitos eléctricos y las conexiones neuronales, advertía lo siguiente:

Es esencial no dejarse seducir por el nombre de cerebro electrónico y caer en la idea de que la máquina puede reemplazar al hombre. Ella no será capaz ni de plantearse los problemas ni de aprovechar sus resultados sin intervención del investigador. En definitiva, la máquina sólo cumple órdenes y el hombre tiene ante sí el problema de lograr hacerla capaz de cumplir cada vez órdenes más complejas.

Harvard Mark I [Fuente: ThoughtCo]

ENIAC (Electronic Numerical Integrator and Computer) [Fuente: Wikipedia]


El contraste con el presente

Las palabras de Sadosky mostraban cuál era el límite a mediados del siglo XX: las máquinas calculaban, pero no pensaban. Pero hoy, seis décadas después que ese libro saliese de la imprenta, las cosas han cambiado radicalmente. Los sistemas de inteligencia artificial actuales no solo procesan datos con una velocidad y precisión inalcanzables para los humanos, sino que también muestran capacidades que en 1962 hubieran parecido ciencia ficción: generar textos, traducir idiomas, reconocer imágenes, componer música, diagnosticar enfermedades y hasta conversar de manera fluida con las personas.

Por supuesto, el debate sobre si las máquinas realmente piensan sigue abierto. Muchos especialistas subrayan que, aunque los modelos actuales imitan aspectos del razonamiento humano, no poseen conciencia ni intencionalidad. En esto, la advertencia de Sadosky aún resuena: la computadora sigue siendo, en esencia, un instrumento que ejecuta instrucciones. Pero lo que sí ha cambiado es el grado de complejidad de esas instrucciones. Gracias a los avances en aprendizaje automático y redes neuronales profundas, los sistemas modernos son capaces de aprender de la experiencia y resolver problemas para los que no fueron programados explícitamente. Desde la mirada de 1962, se diría que las máquinas hoy cumplen órdenes tan complejas que rozan la frontera de lo que se entende como pensamiento.

Imagen generada con Chat GPT

Del cálculo al diálogo

En el fondo, lo fascinante es comprobar cómo un texto de hace más de sesenta años sigue dialogando con nuestras inquietudes actuales. Si en 1962 Sadosky nos advertía que las máquinas no podían plantearse problemas, hoy nos enfrentamos a modelos capaces de generar respuestas creativas a cuestiones humanas. El salto no es menor: de ser simples calculadoras automáticas, pasaron a ser interlocutores con los que trabajamos, discutimos y hasta debatimos sobre su propia naturaleza. Al mismo tiempo, hemos ingresado a un escenario donde la inteligencia artificial parece amenazar, o al menos así lo percibimos, profesiones en todos los campos del conocimiento humano, abriendo un debate que merece un tratamiento cuidadoso para no sacar conclusiones apresuradas o extremas.

Quizá esa sea la paradoja más interesante: en la década de 1960 se pedía cautela para no confundir un procesador con un cerebro. En 2025, seguimos preguntándonos cuánto de «cerebro» hay en estas nuevas máquinas, y de qué manera van a modificar nuestra vida en los próximos años.


Imagen generada con Chat GPT.

Esta nota fue escrita en forma colaborativa entre una inteligencia natural (o sea, el editor de este blog) y una artificial (Chat GPT), un ejemplo más de cómo hoy colaboramos con las máquinas para pensar, no solo para calcular.


P.S.: Para los lectores tecno-trastornados, con gusto por la electrónica y las computadoras antiguas, les dejo una serie de videos que conocí a través de Microsiervos, que pueden ver en el canal de Youtube de Usagi Electric. Se trata de la restauración de una antigua, y enorme, computadora construida con válvulas en la década de 1950. Es una maravilla que mezcla ingeniería y artesanía, y es fruto de una época donde la ciencia tenía todavía el asombro y la ingenuidad del siglo XIX. Es el tipo de computadoras a las que se referían como cerebros electrónicos en la época en que Sadosky editó su libro. Recién vi los primeros capítulos y no me decepcionaron, así que los animo a darle un vistazo.

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