Huellas de guerra

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La guerra, y disculpen las palabras que uso pero no se me ocurren otras, es una mierda. Representa, como dije en una entrada del año pasado, el fracaso de la Humanidad. Es cierto que se ha convertido en un mecanismo casi evolutivo de la sociedad humana, que ha generado puntos de quiebre en el curso de la historia. Pero aún así, no deja de ser un mecanismo de mierda. Familias destrozadas, países devastados, generaciones perdidas... por no hablar de los fríos balances económicos. Pero su efecto no se limita a esto, que ya es más que suficiente, sino que quedan profundas huellas en la tierra misma, huellas que recuerdan la violencia del pasado reciente. 
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Vista aerea de la colina de Vauquois (Butte de Vauquois), lugar donde se desarrollaron sangrientas batallas entre alemanes, franceses y británicos. En la cima de la colina se alzaba una villa, que fue destruída por los intensos bombardeos. Hoy en día quedan estos impactantes cráteres que, 100 años después, nos recuerdan el horror y la violencia de aquellos días. Fuente: Daily Mail


Hace un par de días me encontré, como de costumbre, sin buscarlo, con un mapa en el portal Google Maps que nos permite ver, con la pulcra y detallada visión del satélite, muchos de los escenarios de ensayos de bombas atómicas en el siglo XX. Allí podemos encontrar las instalaciones donde se montaron y ensayaron algunos de los prototipos de bombas atómicas con los que luego equiparon sus arsenales las grandes potencias. Hay uno de ellos que es especialmente impactante, que es el sitio de ensayos de Nevada (EE.UU.), en donde se detonaron unos 60 artefactos atómicos de diferente calibre. El lugar, como es un desierto, tiene un baja o nula erosión, por lo que aún es posible ver, con detalle, las heridas dejadas en la tierra por los ensayos subterráneos.

Una vista aerea del desierto de Nevada, donde se aprecian claramente las huellas de los ensayos nucleares subterráneos [Fuente: Google Maps].


Este mapa me hizo recordar una serie de fotos que vi hace un año y pico, con motivo del centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial (PGM), en las cuales se retrataba el estado de los campos de batalla a cien años del conflicto. Como es sabido, la PGM se caracterizó por ser una guerra mayormente estática, con frentes inmovilizados donde los ejércitos se desangraban en inútiles ofensivas que apenas movían unos kilómetros la frontera, tanto para un lado como para el otro. Estas ofensivas eran precedidas, e incluso acompañadas, de cañoneos masivos que trituraban todo lo que se encontraba a su paso. Pues bien, las huellas de aquel conflicto aún se hallan, palpables, en los campos y bosques de lo que fue el frente occidental en la PGM. Las siguientes imágenes son más que elocuentes y descriptivas.

El campo de batalla de Verdun tal como lucía en 2005. Aún se aprecian los cráteres de las bombas de la PGM [Fuente: The Atlantic].

 El cráter de Lochnagar (2014) es otra de la huellas dejadas por la denominada ofensiva del Somme. Se encuentra en La Boisselle, Francia. Fuente: The Atlantic.

Cicatrices de guerra en Somme. Es bueno no olvidar que lo que vemos tiene un siglo de antiguedad, como para no perder de vista la magnitud de la contienda [Fuente: Western Front Photography].

La tercera batalla de Ypres (1917), también conocida como la ofensiva de Passchendaele, fue otra de las matanzas inútiles de la PGM. Dicha ofensiva se realizó luego de un intenso bombardeo de las filas alemanas. El resultado fue el de siempre: nada cambió, excepto el medio millón de bajas, como mínimo, entre ambos bandos. Este es uno de los lugares donde se hace la "Iron Harvest" (Cosecha de hierro), que no es ni más ni menos que la extracción de munición sin explotar que aún hoy sigue saliendo entre el barro y la tierra. Fuente: Western Front Photography.

Las trincheras aún son claramente visibles en Gallipoli, otro de los escenarios donde se produjeron encarnizadas batallas que dejaron huella en el presente. Fuente: Western Front Photography.


Para no dejar de lado a la Segunda Guerra Mundial (SGM), también podemos encontrar imágenes que reflejan el ayer y hoy de ese conflicto. Recomiendo dar un vistazo a la web Ghosts of History.

Fotomontaje realizado con una foto de la localidad de Houffalize (Bélgica) en 1944 y en 2016. Se aprecia un tanque Panzer volcado en el lecho del río, y algunas construcciones dañadas al fondo. En este caso, las huellas de la guerra fueron borradas con el paso de los años. Fuente: Ghosts of History.


En fin, esto también es parte de la tragedia histórica de la Humanidad. Dejo a cada uno que saque sus conclusiones. Nos vemos en la próxima entrada. Hasta siempre.
 

Nota del 18/agosto/2024: Hace unos pocos días leí la novela "Sin novedad en el frente", del autor alemán Erich Paul Remark (más conocido por su seudónimo Erich Maria Remarque). Me acordé de este posteo, entre otros, al evocar las imágenes de la guerra a lo largo de la lectura. La novela refleja, en cierta manera, las vivencias del autor en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, el horrendo conflicto que desangró Europa a principios del siglo XX y sembró las semillas de la posterior conflagración mundial. El relato de la vida en el frente de batalla no deja indiferente al lector, el autor relata esa convivencia diaria con la muerte y como los combatientes se acostumbraban a ella al punto de no poder pensar en su vida una vez que la guerra se acabara. En lo personal esa es una de las cosas que más me impresionó del relato, que los soldados, reclutados a veces compulsivamente y otras por un arranque de fervor nacionalista que se difundió en todos los países involucrados, no podían pensar en una vida lejos del frente. El protagonista de la novela cuenta como vuelve a visitar a su familia y siente que ya no pertenece a la sociedad y que nunca va a poder hacer una vida normal de nuevo. La sensación de que les ha sido robada la juventud de manera inexorable es desoladora. Les comparto dos párrafos de la novela que resumen esta idea y que creo los dejarán pensando. Hasta la próxima.

Soy joven, tengo veinte años, pero no conozco de la vida más que la desesperación, el miedo, la muerte y el tránsito de una existencia llena de la más absurda superficialidad a un abismo de dolor. Veo a los pueblos lanzarse unos contra otros, y matarse sin rechistar, ignorantes, enloquecidos, dóciles, inocentes. Veo a los más ilustres cerebros del mundo inventar armas y frases para hacer posible todo eso durante más tiempo y con mayor refinamiento. Y, al igual que yo, se dan cuenta de ello todos los jóvenes de mi edad, aquí y entre los otros, en todo el mundo; conmigo lo está viviendo toda mi generación. ¿Qué harán nuestros padres si un día nos levantamos y les exigimos cuentas? ¿Qué esperan que hagamos cuando llegue una época en la que no haya guerra? Durante años enteros nuestra tarea ha sido matar; éste ha sido el primer oficio de nuestras vidas. Nuestro conocimiento de la vida se reduce a la muerte. ¿Qué más puede suceder después de esto? ¿Y qué será de nosotros?
...
Tampoco nos comprenderá nadie, porque por delante de nosotros crece una generación que, a pesar de haber vivido estos años con nosotros, ya tenía hogar y profesión y regresará ahora a sus antiguas ocupaciones, en las que olvidará la guerra; por detrás de nosotros crece otra, tal como éramos nosotros, que nos resultará extraña y nos dejará de lado. Estamos de más incluso para nosotros mismos. Envejeceremos; algunos se adaptarán, otros se resignarán, y la mayoría quedaremos absolutamente desconcertados. Pasarán los años y, por fin, moriremos.

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