Los "Idiot Savant" o lo poco que sabemos sobre cerebro humano

Permitanme una breve reflexión fruto de algunas lecturas casuales de estos días. Hace un par de semanas leí un viejo artículo publicado en el blog Tecnología Obsoleta (TecOb), titulado Sabios idiotas, que trataba sobre las personas a las que antiguamente se denominaba como "idiot savant". Si bien es una expresión en desuso, que ha sido sustituida por otras expresiones médicas, generalmente relacionadas con clases de autismo, es un término muy conocido que describe casos de personas que poseen una habilidad especial a pesar de su retraso mental evidente. Citando las palabras del autor del blog TecOb, "No se tome aquí el término idiota, que se usó históricamente, como insulto ni nada parecido, simplemente es el contrapunto que expresa una deficiencia psíquica frente a una actividad en la que el individuo sobresale por encima de la media".

El cerebro de Einstein fue conservado después de su muerte. Se lo cortó en finas rodajas que fueron objeto de estudio durante años, para tratar de explicar el porqué del genio detrás de ese conjunto de neuronas extremadamente complejo. Todavía estamos lejos de comprenderlo, ni siquiera superficialmente. Fuente: National Public Radio.


La historia médica está repleta de ejemplos de estas personas singulares, que tienen unas capacidades realmente sorprendentes. Sin ir más lejos, hace un par de días los informativos hablaban de una niña de tres años que tiene un coeficiente intelectual superior al de Einstein o Hawking. Poco después de leer el artículo de TecOb, de casualidad, Whatsapp de mi señora mediante, me encontré con una de estas historias singulares. Me refiero a la vida de Hikari Oé, un músico japonés, hijo del premio Nobel de literatura Kenzaburo Oé. Hikari había nacido en 1963 con una hidrocefalia severa y su única posibilidad de vida dependía de una operación muy riesgosa que, en el mejor de los casos, lo dejaría con daños cerebrales irreversibles. Los médicos preferían no operar, e incluso el padre era de la misma opinión, pero la esposa de Kenzaburo prefería suicidarse antes que dejar morir a su único hijo. Kenzaburo visitó Hiroshima en esos días, como parte de un trabajo de investigación sobre los médicos que trataban a las víctimas de la radiación. Muchos de ellos padecían los mismos síntomas que sus pacientes. Tenían, según Oé, más motivos que nadie para dejarse morir y sin embargo perseveraban, logrando en algunos casos resultados asombrosos. Al volver del viaje le dijo a su mujer que apoyaba su decisión, y avanzaron con la operación. Hikari sobrevivió pero quedó con lesiones cerebrales permanentes, epilepsia, problemas de visión y limitaciones severas de movimiento y coordinación. Su autismo era total hasta que la madre notó que su atención respondía al canto de los pájaros. Kenzaburo consiguió un disco en que se oían diversos cantos de aves y una voz masculina que los identificaba. Un año después, mientras llevaba a su hijo en bicicleta por un parque cercano, Hikari pronunció su primera palabra: “Avutarda”, dijo al oír el canto de un pájaro. Había memorizado los setenta cantos distintos de aquel disco. Lo mismo le pasaba con la música: cuando oía un fragmento de Mozart era capaz de identificarla al instante por su número Kochel.

La historia de Hikari Oé y su música es emocionante. Una muestra más, apenas un botón, de que el cerebro opera de una manera tan compleja que es casi infantil pensar que podemos discriminar sin error un cerebro "normal" de uno que no lo es. Fuente: CdcJapan.


Luego aparece en la vida de Hikari la profesora de piano Kumiko Tamura, quien pasó de enseñarle melodías sencillas en el piano, a progresiones armónicas, solfeo y notación musical. A partir de allí, la profesora Tamura acompañó a Hikari en la composición de sus propias obras. Hikari rara vez apelaba a la palabra para comunicarse pero con un mero tarareo era capaz de expresar lo que quería a sus padres y sus dos hermanos. Así, durante diecisiete años, Hikari fue componiendo breves piezas en ese lenguaje, que pulía y pulía con obsesión autista hasta lograr poner en ellas su relación emocional y sensorial con el mundo.

La biografía y detalles de la vida de Hikari Oé puede leerse en numerosas fuentes (lo anterior fue resumido en gran parte de un artículo de Página 12), pero sirve de ejemplo de lo que puede lograr la mente humana en condiciones totalmente adversas. Una búsqueda superficial sobre este tema revela decenas de casos de personas que muestran talentos asombrosos, casi sobrehumanos, a pesar de sufrir algún tipo de discapacidad cerebral. Nombres como Kim Peek, Leslie Lemke, Daniel Tammet o Jason Padgett  son apenas una muestra de la increíble capacidad de nuestro cerebro y de como éste se adapta a situaciones adversas. Este tipo de casos nos hace reflexionar sobre lo poco que conocemos de como funciona el órgano más complejo de nuestro cuerpo y lo mucho que nos falta recorrer al respecto. Estimo, sin mucho temor a equivocarme, que en el curso de las próximas tres o cuatro décadas nuestro conocimiento sobre este tema va a ser tan abismalmente diferente al que tenemos hoy, como éste difiere de la visión del siglo XIX (aquí les dejo una breve reflexión que escribí hace unos años sobre este tema).

En la literatura universal podemos encontrar ejemplos de "idiot savants". Sin ir más lejos, "Funes el memorioso", de Jorge Luis Borges, es un claro ejemplo de "idiot savant", aunque en este caso con una facultad de memoria asombrosa que se manifiesta después de un accidente con un caballo.


El cerebro humano es muy especial, por miles de razones, pero no deja de llamar mi atención en el hecho de que es un órgano que trata de entenderse a si mismo, lo cual no es poco. Eso también deja abierta la puerta que, quizás, nunca podamos entenderlo completamente. Mientras tanto, hay que seguir investigando y dejando a la ciencia avanzar y aprender de sus propios aciertos y errores. Hasta la próxima.

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