Quizás no sea el mejor momento de publicar esta nota, no lo sé. O quizás sí, este es el momento de hacerlo, con las cosas en caliente. Independientemente de la pertinencia de la publicación, la verdad es que lo que me impulsa a escribir es la situación general del país, lo cual no se limita a lo económico-financiero, sino a lo social, educativo, etc. Evito escribir este tipo de artículos, no tanto por que no tenga opinión formada o no me interese, sino porque estoy harto de que a la mínima opinión que uno emita, ya saltan a ponerte cartelitos y etiquetarte, como si fueras un ejemplar zoologico de un museo:
Especie, subespecie, genero, etc... En Argentina, desde que recuerdo, pero en especial del 2001 para acá, todo se ha bipolarizado: sos macrista o kirchnerista, peronista o antiperonista, populista o liberal, nacionalista o vendepatria, y una larga lista de antinomias. En Argentina los grises se han abolido, y todo se ha convertido en un perverso Blanco vs Negro. Pero yo no soy ninguna de las dos cosas, la lógica binaria está bien para las computadoras, pero es nefasta para los seres humanos de carne y hueso. El mundo, la realidad, la economía, la sociedad, la vida misma, es gris. A veces más oscuro, a veces más claro, pero gris, indudablemente gris.
Bueno, volvamos ahora al título de esta entrada, que habla sobre perder el tren. En Argentina nos hemos (mal)acostumbrado a perder el tren. Cuando digo el tren me refiero al tren del desarrollo, ese que solemos correr de atrás, y cada vez más de lejos. No pretendo hacer un listado exhaustivo de cuestiones, solo voy a comentar las que vienen primero a mi mente, pero sin lugar a dudas son apenas una pequeña muestra.
La industria aeronáutica
La República Argentina fue una de las primeras naciones del mundo en desarrollar un avión a reacción. Después de los desarrollos llevados a cabo por las potencias beligerantes de la Segunda Guerra Mundial (Alemania, EE.UU., U.R.S.S., Japón, Reino Unido y Francia), Argentina se sumó rápidamente al selecto círculo de los países con la tecnología para diseñar y operar aviones a reacción. Gran parte de este desarrollo se debió a la llegada de ingenieros franceses y alemanes, como Emile Dewoitine y Kurk Tank, quienes hicieron posible los prototipos
Pulqui I y
Pulqui II, respectivamente. En paralelo, se desarrollaron prototipos avanzados de aviones
del tipo Ala Volante (como el bombardero B2 estadounidense), de la mano
del diseñador alemán Reimar Horten. La mayoría de estos desarrollos se entorpeció o abandonó por una mezcla de desidia y motivaciones políticas. Años después, la Fabrica Militar de Aviones de Córdoba daría a luz aviones como el
IA-58 Pucará o el
IA-63 Pampa. Sin embargo, privatizaciones y reestatizaciones mediante, la producción de estos aviones se redujo a la nada misma, y hoy en día se pone en duda la capacidad de nuestro país para construir aviones. En el mismo lapso, Brasil desarrolló una industria aeronáutica muy fuerte de la mano de Embraer. Idénticos inicios, muy diferentes resultados. Brasil se subió al tren y está entre los primeros vagones, mientras que la Argentina se bajó en el andén y allí se quedó.
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El Pulqui I, diseñado por el ingeniero francés Emile Dewoitine, realizó su vuelo inaugural el 9 de agosto de 1947. Fue el primer avión a reacción diseñado y construido en Latinoamérica. Fuente: Aviación Militar Argentina. |
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El Pulqui-II fue diseñado por el ingeniero alemán Kurk Tank, basándose en el diseño de un avión que nunca llegó a construir en Alemania, el Ta183. El diseño final se consensuó con la propuesta del ingeniero Norberto Morchio, dando lugar a un
monoplaza de ala alta con una flecha de 40º, cola en T y cabina
presurizada. Fuente: Aviación Militar Argentina. |
La industria aeroespacial
El estudio y desarrollo de cohetes en Argentina se remonta a la década de 1950, aunque su mayor empuje lo tendría durante los años '60 y '70.
Se desarrollaron diferentes tipos de cohetes, con los que se probó tecnología y viabilidad. La familia de cohetes Centauro, con los que se alcanzaron alturas de decenas de kilómetros, fue muy exitosa, y permitió realizar numerosos experimentos. Incluso tiene la distinción de ser uno de los escasos cohetes que han sido lanzados desde la Antártida. Luego vinieron los cohetes Orion y Canopus, el segundo de los cuales era un cohete de dos etapas con el que se logró llegar a la sorprendente altura de 550 km (100 km más lejos que la Estación Espacial Internacional (ISS). Hacia finales de la década de 1960
se hicieron experiencias con el lanzamiento de seres vivos, más precisamente de un ratón (Belisario) y de un mono (Juan). Luego seguirían los cohetes Rigel, Castor y Tauro, para llegar finalmente al
tristemente recordado Condor-II. El polémico cohete, cuya otra finalidad era la de ser un misil balístico, fue desmantelado y destruido por completo durante la gestión del no menos polémico Carlos S. Menem. A partir de entonces, la Argentina se bajó del tren de los países que desarrollan lanzadores, y podríamos decir que casi lo pierde definitivamente, pero durante los primeros años del nuevo milenio, hubo un resucitar sobre este tema, de la mano de los cohetes
Tronador II y el Gradicom II. Ahora mismo estamos en una tensa calma, esperando el próximo ensayo del cohete Tronador, que todavía no tiene fecha cierta. ¿Perderemos este tren otra vez o lograremos mantenernos, aunque más no sea en el último vagón?
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El cohete Castor, un vehículo de dos etapas que podía llegar hasta los 500 km de altura (órbita baja). Fuente: Wikipedia. |
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Maqueta del Tronador II, emplazada en Tecnopolis (octubre de 2017). |
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Los satélites
Un poco ligado a lo anterior, Argentina comenzó a dar sus pasos
en el mundo de los satélites en la década del '90, con satélites científicos de
la serie SAC-x (Satélites de Aplicaciones Científicas), y otros de índole más experimental. En la segunda década de este nuevo milenio, Argentina encaró un desarrollo ambicioso, que culmino con la puesta en órbita de dos satélites de comunicaciones fabricados integramente en el país:
ARSAT 1 y ARSAT 2 (aclaro, la electrónica no se hace en el país, pero sí el diseño, montaje, ensayos, operación, etc.). En los últimos dos años, el programa de satélites de comunicaciones, que comprendía al menos uno más (ARSAT 3), se canceló y
hoy en día es muy poco probable que se vuelva a retomar. Por otro lado, en poco más de un mes se pondrá en órbita el satélite de observación SAOCOM-1a,
construido en INVAP para la CONAE. Dos ejemplos contrapuestos de ese comportamiento bipolar, que nos lleva hacer cosa y dejar de hacerlas poco después. El manejo de tecnología espacial es crucial para los próximos años, y la Argentina tiene un gran conocimiento y experiencia en ese tema. No podemos perder este tren, por más que nos quieran hacer bajar de él. mientras tanto, aparecen tibiamente emprendimientos privados, como el de
Satellogic, que esperanzan con un impulso privado en este sector. Pero entonces, ¿dónde estamos? Pues ahora mismo en el tren, pero con temor a que nos bajen en al próxima parada.
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El ARSAT 1, el primero de los satélites del programa "Sistema Satelital Geoestacionario Argentino de Telecomunicaciones". Fuente: INVAP. |
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La misión Saocom-1a, comparada con otras misiones satelitales desarrolladas en Argentina. Fuente: El Firmamento. |
El ferrocarril
Hablando de trenes,
si hay algo donde lo perdimos es en los ferrocarriles. Pasamos de tener una red con más de 40000 kilómetros de vías activas, cubriendo una superficie similar a la de Europa occidental (y un poco más), a tener lo que tenemos ahora, poco más que los trenes metropolitanos de Buenos Aires, un par de ramales subexplotados y submantenidos que conectan el norte con la capital, y algún ramal perdido en la Patagonia. Pasamos del soberbio "
ramal que para, ramal que cierra", que se ca#%$ en el interior del país,
a la fantochada del "tren bala". El resultado es un sistema ferroviario deficiente, antiguo, que nadie se atreve a poner en pie de nuevo. Mientras tanto, miles de camiones y colectivos inundan las rutas, con el consecuente incremento de gastos, accidentes, etc. Irónicamente, nuestro sistema ferroviario "se quedo en la vía".
El hidrógeno
En mis épocas de estudiante universitario en la UNPSJB, allá por los '90, recuerdo que se puso de moda el tema del hidrógeno. Era un tema nuevo, una forma de almacenamiento y explotación de energía que prometía ser una revolución energética, a la luz de las iniciativas de reducción de emisiones, etc. Del año 2000 en adelante el tema se mencionó de forma esporádica, con algunas iniciativas o ideas que parecían no salir del papel. Hace poco me enteré que en Argentina hay dos plantas de hidrógeno operando,
una en Pico Truncado y otra en
Diadema, en las afueras de Comodoro Rivadavia, y que se han realizado experiencias de almacenamiento y generación de energía a partir del hidrógeno
ni más ni menos que en la Antártida. Si bien en este tema el desarrollo es muy incipiente respecto del que tiene otros países más avanzados, como Alemania, representan hitos más o menos nuevos en nuestra historia reciente. Quizás, quien sabe, estemos a tiempo de no perder este tren, en un mundo ávido de energía, y en particular, de energías renovables.
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Planta experimental de hidrógeno de la ciudad de Pico Truncado (Santa Cruz), operativa desde diciembre de 2005. Fuente: Observador Central. |
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Planta de producción de hidrógeno instalada en Diadema, a 20 km de Comodoro Rivadavia (Chubut). Opera desde el año 2008. Fuente: Hychico S.A. |
La universidad pública
Nuestro sistema universitario tiene una extensa lista de deficiencias, muchas de ellas relacionadas con la falta de presupuesto, y otras con la desidia, la falta de modernización, y el enquistamiento de ciertas estructuras políticas en su estructura. Asusta ver los números de egresados en función de los ingresantes, no porque la universidad tenga que funcionar como una empresa, sino porque habla de la educación insuficiente con que llegan los alumnos a los primeros años, con la existencia de carreras que han quedado desfasadas en el tiempo, y con que la realidad económica y social demanda profesionales de áreas que no están entre las vinculadas al desarrollo. Sin embargo, la calidad de la educación, al menos en las carreras de ingeniería, que son las que conozco más de cerca, sigue siendo buena (aunque podría ser mejor). Tan buenas son que la mayoría de los que ha tenido la oportunidad de hacer alguna estancia, estudio, o trabajo en el exterior, comprueba que rara vez no se encuentra preparado para insertar en un ambiente de trabajo supuestamente más avanzado. Por eso creo que este tren no lo hemos perdido, pero si que nos hemos desplazado a los vagones de la mitad trasera. Creo que estamos a tiempo de mejorar, y mucho, nuestro sistema universitario, para poder formar mejor a los futuros profesionales del país.
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Mapa de las Universidades Nacionales de la República Argentina (2011). El sistema universitario argentino tiene un amplia distribución territorial, con gran variedad de carreras. En el mapa faltan señalar las dependencias de la UTN (Universidad Tecnológica Nacional). Fuente: Wikipedia. |
Podría seguir enumerando, pero no es la intención hacer un informe de situación sino más bien compartir esta reflexión en caliente, con las cosas que pasaron y pasan en nuestro país. Podríamos hablar de la industria electrónica, donde nos subimos y nos bajamos del tren en cada parada, del CONICET, que casi lo perdimos durante el gobierno de la Alianza, resucitó luego, para volver a estar cuestionado ahora, y un largo etcétera de situaciones zigzagueantes. Apostaría que en casi todas las familias alguien tiene una anécdota o una opinión sobre las cosas que se han hecho y que luego se dejaron de hacer, con el consiguiente costo. Mi reflexión final, como cierre, es que hay trenes que pasan varias veces, otros que solo lo hacen una vez y que hay unos más importantes que otros. Hay trenes a los que no deberíamos correr, ya se escaparon demasiado y no vale la pena seguirlos, el esfuerzo es desmedido. Hay trenes donde nos subimos, con mucho esfuerzo, en el vagón de cola. Bueno, si llegamos allí, no nos tiremos a las vías, hagamos un esfuerzo para avanzar sino un vagón, al menos un par de filas de asientos. Y hay otros trenes en los que nos acomodamos bastante bien hasta ahora. De esos, de ninguna manera, nos tenemos que bajar, costaron demasiado esfuerzo, dinero y conocimiento. La gran cuestión son los trenes que aún no pasaron y que lo harán en un futuro. ¿A cuál/es nos subimos? ¿Cuál/es dejamos pasar? Dejar pasar también es de sabios, evita realizar esfuerzos innecesarios y conservar las energías para otras cosas. Claro, que antes de eso tenemos que definir que es lo que queremos como país y como sociedad. Allí es donde está el núcleo de la cuestión, núcleo en el que, según mi opinión personal, lamentablemente no hemos logrado consenso amplios y generalizados.
Triste pero necesario resumen, también se puede sumar la energía nuclear, donde también Argentina supo ser pionera. Aún es el primer productor mundial de agua pesada, con la planta de Arroyito (Neuquén).
ResponderEliminarSobre las ingenierías, te dejo el link a una presentación que se hizo hace poco en la Facultad de Ingeniería de la UBA, donde compara el costo de formar un ingeniero en la Argentina con el costo en otros países de la región y del mundo: http://www.fi.uba.ar/es/node/3162 Ver: discurso del Ing. Bertero
Gracias Pablo por el aporte. Es cierto, el desarrollo tecnológico en el campo nuclear es otro de los campos del conocimeinto en los que Argentina se ha ganado un lugar con el paso del tiempo. Un buen ejemplo de algo en lo que nos "subímos" al tren y a los tropezones nos hemos mantenido arriba (esperemos seguir allí).
EliminarRespecto de las universidades, gracias por el dato de la presentación. Es muy interesante la comparativa con otras universidades de primera línea, da para un largo debate.
Saludos