El cielo nocturno ha sido, desde tiempos inmemoriales, una fuente de fascinación y misterio para el ser humano. La Luna en sus distintas fases, los planetas y las innumerables estrellas de la Vía Láctea han inspirado mitos y leyendas, y llevado a los humanos a hacerse muchas preguntas para tratar de entender qué hay "allá afuera". Observar el firmamento era una experiencia cotidiana que permitía establecer una conexión directa con el Universo circundante. Sin embargo, desde que se masificaron los dispositivos de iluminación en nuestra era moderna, esa experiencia se ha perdido en buena parte. La contaminación lumínica de las grandes ciudades reduce drásticamente la visibilidad de las estrellas, haciendo que en la mayoría de las áreas urbanas la Vía Láctea se haya vuelto invisible. De esta manera, la mayoría de las personas que vive en el mundo desarrollado apenas se ha acostumbrado a ver solo las estrellas más brillantes. En las últimas décadas, el desarrollo tecnológico ha añadido un nuevo elemento al cielo nocturno: los objetos artificiales. Satélites como la Estación Espacial Internacional (ISS) y las constelaciones de satélites Starlink, por poner algunos ejemplos, cruzan el cielo nocturno, mezclándose entre las estrellas, cosa que fascina a algunos y fastidia a otros. Estos objetos artificiales no pueden de ninguna manera reemplazar la belleza del cielo estrellado natural, pero representan un evento curioso que es predecible en el tiempo, lo cual sirve como excusa para algunas buenas fotos nocturnas. Hoy podemos ver estos artefactos creados por el ser humano en casi cualquier latitud, pero hace más de sesenta años, cuando apenas un puñado de satélites muy rudimentarios y pequeños había alcanzado la órbita terrestre (y la mayoría volvía a caer en poco tiempo), su observación era cosa solo de profesionales muy bien equipados. Sin embargo, en 1962, uno de estos satélites artificiales fue visto desde Chubut, ganando un breve espacio en la prensa regional. Se trataba del Echo 1, y aquí vamos a resumir su corta historia.
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Antena con forma de cuerno de 15 metros construida por los laboratorios Bell para comunicarse con los satélites Echo. Fuente: Greg Allen. |
El Echo 1, un satélite de comunicaciones experimental
La carrera espacial había comenzado en 1957, con el lanzamiento del Sputnik soviético, y en apenas tres años ya se había enviado el primer ser vivo a la órbita (la perra Laika), el primer satélite meteorológico, el primer satélite espía, e incluso se había llegado a fotografiar el lado oscuro de la Luna. Todavía no se había explorado el potencial de los satélites para comunicaciones, más allá de un rudimentario aparato llamado
SCORE, que fue puesto en órbita en diciembre de 1958 y apenas duró unos pocos días, en los cuales recibía una señal, la grababa y la retransmitía nuevamente. Por eso, apenas empezada la década de 1960 había un gran interés en experimentar con estos dispositivos como soporte de comunicaciones. Fue entonces que la agencia espacial norteamericana, la NASA, decidió probar con un esquema de satélites de comunicaciones pasivos, que fueron conocidos como los satélites Echo (Eco, en castellano).
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¡Primera llamada telefónica hecha a través de un satélite artificial! Así presentaban el experimento de los satélites Echo 1 y 2 los laboratorios Bell de EE.UU. Fuente: History of Information. |
Los satélites Echo eran muy simples, consistían de un enorme globo de mylar recubierto de aluminio diseñado para actuar como reflector pasivo donde se hacía rebotar señales de comunicación para interconectar dos puntos alejados de la Tierra. El primer lanzamiento, realizado con un cohete Delta el 13 de mayo de 1960, fue fallido, perdiéndose el Echo 1 original. En su reemplazo se lanzó un reemplazo, el Echo 1A, que posteriormente fue denominado Echo 1 (como si el anterior no hubiese existido), el 12 de agosto de 1960. Tenía 30 metros de diámetro y pesaba 76 kg., y se ubicó en la órbita baja terrestre (LEO), a una distancia de 1638-1867 km. Con este satélite se realizaron comunicaciones intercontinentales de radio, teléfono y televisión (utilizando frecuencias de 960 MHz y 2390 MHz), demostrándose que la comunicación por microondas con satélites en el espacio era posible. El satélite también fue usado para la medición de la densidad atmosférica a grandes alturas y de la presión de radiación solar, gracias a su elevada proporción área/masa. Era visible a simple vista desde la mayor parte de la Tierra. Portaba varios transmisores de 107,9 MHz para enviar datos de telemetría, alimentados por baterías de níquel-cadmio que se recargaban mediante 70 células solares distribuidas por el globo. La vida útil del Echo 1 finalizó con su reentrada a la atmósfera el 24 de mayo de 1968. Aunque este método de comunicación fue abandonado en favor de satélites activos, los satélites Echo permitieron probar equipos y estaciones terrestres que serían usados más adelante. Entre 1962 y 1963 se iniciaría el lanzamiento de los primeros
satélites de comunicaciones Telstar, que eran de tipo activo y fueron el punto de partida para una enorme cantidad de satélites de este tipo que se lanzarían en las décadas siguientes.
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El Echo 1 fue un satélite de comunicaciones pasivo, cuyo diseño era innovadoramente simple: una esfera inflable de mylar
recubierta de aluminio, cuya única función era reflejar señales de radio de la Tierra, permitiendo
comunicaciones a larga distancia. Fuente: Primal Nebula. |
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Esta fotografía muestra el primer paso del Echo 1 sobre la estación de seguimiento Goldstone, en Pasadena, en la madrugada del 12 de agosto de 1960. En esta imagen son visibles las estelas de las estrellas (rayas cortas) y el Echo 1 (raya larga del centro). Fuente: JPL-NASA. |
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El sucesor del Echo 1, el Echo 2, sería lanzado en enero de 1964. Pesaba cuatro veces más que su predecesor, y tenía un diámetro de 41 metros. La forma de lanzamiento fue similar, con un cohete Delta modificado y una cápsula esférica que se abría en el espacio, dando lugar al inflado del globo. Fuente: Galactic Journey. |
El Echo 1 en los cielos chubutenses
La particularidad del Echo 1 era que se comportaba como un reflector pasivo, dicho en criollo, era una especie de espejo flotando hacia el cual apuntaban las antenas que se intercomunicaban. En ese contexto, era un objeto visible en el cielo nocturno, que combinado con el interés en la naciente tecnología aeroespacial, llamaba la atención. La Argentina no fue la excepción, particularmente en la región patagónica, donde las condiciones atmosféricas de la región, con cielos despejados y poca contaminación lumínica, probablemente facilitaron la observación del satélite. De acuerdo a lo informado por el diario Jornada (Trelew) del 7 de septiembre de 1962, numerosas personas pudieron observar el paso del satélite en dirección oeste-este, con un periodo de 118 minutos.
El ECO 1 pasa por el cielo de Trelew cada 118 minutos
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En algunas noches, fue posible registrar el paso cada dos horas en un término de tres viajes: 20,15; 22,15 y 0,15; al día siguiente el paso se registró a las 19,45, 21,45 y 23,15 hs.
El cuerpo luminoso, se percibía fácilmente como una pequeña estrella, con un paso de duración de 13 minutos, desde su aparición en el horizonte, hasta su desaparición.
Para conocer más a fondo las características del cuerpo luminoso, hemos entrevistado al señor Ángel Pellicinoli, director del Observatorio Magnético de Trelew, Dependiente del observatorio Astronómico de la Universidad de La Plata a quien secunda el señor Johann Peter Lobezk, quien logró algunas fotografías muy ilustrativas que acompañan A ésta nota.
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Eco 1 es el más brillante de los satélites artificiales. Cabe mencionar que se encuentran igualmente en órbita las dos semiesferas que alojaban al globo y un trozo de plástico con el cual fue realizado el globo.
El ECO 1 fue la primera experiencia de los norteamericanos para experimentar con radiocomunicaciones un satélite de éste tipo. Como hace dos años que está en órbita y ha chocado posiblemente con numerosos objetos siderales, su forma no es ahora perfecta y presenta abolladuras.
Tal es la historia del ECO I y su misión. Desde el Valle, es solo un hermoso objeto luminoso, con aspecto de estrella, que cruza raudamente el cielo para perderse en pocos minutos.
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Encabezado de la nota publicada por el diario Jornada el 7 de septiembre de 1962. La observación del Echo 1 generó gran interés público, ya
que ofrecía una visión tangible de los logros de la exploración
espacial. Fuente: Biblioteca Popular y Municipal Domingo Faustino Sarmiento. |
La nota del periódico se enmarca en el contexto de su época, donde la exploración espacial era una utopía que empezaba a materializarse de la mano de una feroz competencia tecnológica entre los EE.UU. y la U.R.S.S. Se describe con cierto detalle el avistamiento, con datos de horas exactas, dirección de movimiento y brillo del objeto. No se habla mucho de la reacción de la sociedad, más allá de la mención a que numerosas personas lo observaron, aunque sí se cita a dos personas que trabajaban para el observatorio astronómico de La Plata, una de las cuales fue la responsable de las fotos que ilustraban la nota. Intenté rastrear a estas dos personas, para confirmar su relación de dependencia con la Universidad Nacional de La Plata, pero no pude hallar ningún rastro sobre ellos.
Para agregar un tono de misterio al asunto, unos días después, el 18 de septiembre, el mismo diario publicaría, en su sección dedicada a Puerto Madryn, la siguiente noticia:
Cuerpos Celestes
Anoche, pocos minutos después de las 21, pudo observarse un cuerpo celeste que se desplazaba a gran velocidad de norte al sudeste. Ni bien se perdió en la lejanía este cuerpo, cuyas características tratamos de conocer, apareció el Eco 1º en su habitual órbita. El hecho constituyó un acontecimiento, ya que por escasos segundos, no se cruzaron ambos en el firmamento.
Este segunda, y muy escueta nota, deja un par de cuestiones
interesantes. Por un lado se comprueba que el avistaje del Eco 1 seguía
siendo un tema de interés, ya que el cronista lo menciona, resaltando
que estaba en "su habitual órbita", como si se tratase de un evento al
cual ya todos estaban acostumbrados. Por otro lado está la cuestión del
otro cuerpo celeste, que por escasos segundos no compartió el firmamento
con el satélite norteamericano. ¿qué era? ¿un meteorito? ¿una aeronave
desconocida? ¿algún otro fenómeno poco conocido? Preguntas sin respuesta
que quedarán a cargo del lector.
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Segunda fotografía del paso del Echo 1 publicada por el diario Jornada el 7 de septiembre de 1962. Fuente: Biblioteca Popular y Municipal Domingo Faustino Sarmiento. |
Así llegamos al final de esta breve historia que ocurrió hace más de sesenta años. El Echo 1, y su sucesor, Echo 2, formaron parte de uno de los tantos proyectos de investigación en la era de la experimentación aeroespacial. Tienen su lugar ganado en la historia de como el hombre empezó a despegar de la Tierra para empezar a buscar su lugar "allá afuera". En este caso particular la nota de color por la cual decidí emprender la escritura fue el impacto de este rudimentario satélite en la prensa y sociedad chubutense de aquellos años. Pero creo que ya es un buen momento para finalizar la nota y dejarle a los lectores el lugar para sus comentarios. Gracias por leer y seguir el blog. Hasta la próxima.
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