La ciencia contraataca

Por lo general trato de no usar el blog para editoriales ni análisis de noticias frescas, y menos como una plataforma de opinión política. Si bien lo que vuelco en este medio es completamente de mi autoría, en general las notas tratan sobre temas de los que puedo hablar en forma objetiva, ya sea por conocimiento de primera mano, por fuentes documentales, etc. En los casos donde no tengo pruebas concretas o me atrevo a especular, pues trato de dejarlo bien claro. Pero también es cierto que en alguna ocasión he publicado alguna nota de corte más editorial o de opinión, cuando la ocasión lo ameritaba, para hablar de la guerra, libros polémicos, el peligro de las pseudociencias o la zigzagueante trayectoria de la ciencia y la tecnología en nuestro país.

Fuente: Flaming test

Noticias de ayer, ¡extra!, ¡extra!

Hace unas semanas circuló por las redes y los medios de comunicación una serie de videos y declaraciones de un candidato a la presidencia de Argentina donde se hablaba de cerrar el Ministerio de Ciencia y Tecnología ("eso lo hacen los privados") y el CONICET ("se ganarán el pan con el sudor de su frente"). Estas declaraciones generaron un gran revuelo, y en las redes sociales se multiplicaron las reacciones, a favor y en contra, que dieron lugar a todo tipo de disparates, incluyendo una comparativa entre el CONICET y la NASA que no tenía asidero. Antes de seguir aclaro, para que sepan desde dónde me paro al escribir, que yo soy miembro del CONICET y por ende estoy en el medio de este inesperado frente de batalla. Pero no voy a hablar por mí (sé arreglarme solo), quiero dejar de lado la circunstancia personal y enfocarme en lo que realmente me preocupa, que es el desconocimiento y el desprecio por la ciencia.

Por un lado, si bien en esta era de imágenes en tiempo real y redes sociales virulentas (que a veces se comportan, perdón, como cloacas sociales) las declaraciones de este candidato impactaron y tuvieron muchas réplicas, al leer un poco de historia vemos que no es la primera vez que pasan cosas por el estilo. La noche de los bastones largos, "los científicos a lavar los platos", la fuga de cerebros previa al estallido de 2001, el lento pero incesante goteo de científicos que se van del país desde hace unos años, son varios hitos que pavimentan el camino hasta las declaraciones y repercusiones mencionadas. A riesgo de repetirme, cito algunas palabras de hombres de la ciencia argentina que sufrieron este maltrato hace mucho tiempo:





Pero... ¿qué ha logrado la ciencia argentina?

La extensión de esta nota no alcanzaría para reflejar la magnitud de los trabajos que se hacen (e hicieron) en el sistema científico-tecnológico de nuestro país. Sin embargo, me gustaría mencionar, al paso, un puñado de ellos a modo de ejemplo:

Energía nuclear: A los tres reactores en funciones hay que sumarle el desarrollo y construcción del reactor modular CAREM, un desarrollo de punta, pionero en el área. Un ejemplo de cómo a partir de la farsa de Richter a finales de los años '40 se pudo crear un organismo de ciencia y tecnología de primer nivel como la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), que nada tiene que envidiar a otros similares en el resto del mundo.

Satélites: El país cuenta con una amplia experiencia en el desarrollo de satélites, tanto científicos y de observación terrestre como de comunicaciones. En la actualidad se está construyendo el satélite argentino de observación SABIA-Mar, una misión de observación de la Tierra con aplicaciones prioritarias en el estudio del mar y costas. La institución científica detrás de estos desarrollos es la CONAE, la cual sería la comparación más justa con la NASA que se planteó días atrás (comparar la NASA con el CONICET es como mezclar peras con salamines). En tal caso, la NASA tiene 50 veces más empleados y un presupuesto astronómicamente mayor que la modesta CONAE.

Acceso al espacio: A la experiencia sobre los satélites hay que sumar el proyecto del vector Tronador II, con el cual el país contará con acceso al espacio desde nuestro territorio. Acá aparece, además de la CONEA, la empresa VENG.

Centro Argentino de Protonterapia: Esta es una noticia fresca, de hace pocos días. La CNEA y la Universidad de Buenos Aires (UBA) formalizaron la constitución de la Fundación Centro Argentino de Protonterapia (CeArP). Dicha fundación gestionará el centro de radioterapia de alta complejidad que está construyendo la empresa INVAP en el barrio porteño de Agronomía, el cual es el primero de su tipo en América Latina.

Hidrógeno: Hace un par de años que el hidrógeno está en la agenda de todos los países desarrollados, especialmente el denominado hidrógeno verde, generado a partir de fuentes de energía renovables. En nuestro país se creó, hace 20 años, una planta experimental de generación de hidrógeno verde en Pico Truncado, que aún está en funcionamiento y que debería haberse convertido en el puntapié inicial de más emprendimientos similares. Hay algunos avances al respecto, con experiencias de almacenamiento de hidrógeno en yacimientos de petróleo agotados y un prototipo experimental en la Antártida, pero aún falta más empuje en este sentido.

Anticuerpos monoclonales contra el cáncer
Se realizó la primera licencia de transferencia tecnológica en la región de un anticuerpo monoclonal con una empresa multinacional, de parte del CONICET (¿para qué sirve el CONICET?) para la empresa GSK. Esto es el fruto de la cooperación público-privada en ciencia, y apunta a desarrollar una inmunoterapia para el cáncer (esta también es una noticia fresca, de hace poco).

También podemos mencionar el desarrollo de vacunas, las investigaciones sobre el Mal de Chagas (investigación sobre una enfermedad que las empresas privadas no están interesadas en trabajar), la cadena de valor de la industria del Litio, el proyecto Pampa Azul, etc. Tampoco hay que olvidar que el Sistema Científico-Tecnológico nacional no se limita al CONICET, sino que también incluye a la CNEA, la CONAE, el INTA, INTI, INVAP, y otras instituciones. Pido disculpas si en mi lista hay un sesgo muy ingenieril y de las ciencias duras, que es donde se desarrolla mi campo de trabajo, pero también hay un enorme trabajo por parte de instituciones e investigadores de las ciencias sociales y humanísticas que merece su nota aparte.

Ciencia, historia y evolución

De acuerdo al Diccionario de la Lengua Española de la RAE, la palabra "ciencia" deriva del latín "scientia" y significa:

Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente.

La historia formal, escrita, de la ciencia, arranca con las primeras civilizaciones, que empezaron a comentar observaciones y formalizar las primeras explicaciones de algunos fenómenos naturales (astronómicos, médicos, etc.). En aquellos tiempos se mezclaba el conocimiento científico genuino con las tradiciones, los mitos y la magia, dando lugar a mezclas de saberes complejas. A la larga, el conocimiento científico se fue ampliando, desplazando a las tradiciones y la magia hacia la periferia, y nacieron muchas de la ciencias actuales: de la alquimia nació la química, de la astrología salió la astronomía, del curanderismo la medicina, entre otros.

Las civilizaciones antiguas trataron de explicar los fenómenos que veían, o al menos los documentaban de la manera más fiel posible. En la imagen podemos ver el papiro Ahmes (arriba a la derecha), que contiene problemas matemáticos, el papiro Edwin Smith (abajo a la izquierda), que contiene tratamientos para heridas de guerra y descripciones anatómicas, la nebulosa del Cangrejo (arriba a la izquierda), originada por la explosión de una supernova que observaron astrónomos chinos en el 1054, y los cuatro elementos (abajo a la derecha), que según los filósofos griegos eran los constituyentes básicos de la materia y explicaban el comportamiento del mundo físico.


¿Cómo trabaja la ciencia? Pues básicamente mediante la observación, la formulación de hipótesis y teorías que expliquen dichos fenómenos y la realización de experimentos que verifiquen, o refuten, dichas hipótesis. ¿La ciencia siempre tiene la razón? ¡No! Claramente no, porque justamente se trata de un proceso que está siempre en evolución, en movimiento. Las teorías surgen, explican una serie de fenómenos y son aceptadas, hasta que un día, se observa algo que es inexplicable y todo se cuestiona y revisa de nuevo, hasta formular una nueva teoría que explique todo lo que explicaba la vieja teoría mas los nuevos fenómenos. Un ejemplo típico es el de la mecánica clásica, de Newton, versus la mecánica relativista, de Einstein. La mecánica newtoniana fue la imperante hasta la entrada del siglo XX, cuando Einstein pateó el tablero con su interpretación de las leyes de la física que terminó abriendo un impensado abanico de nuevos y excitantes desafíos. La mecánica relativista explica todo lo que explicaba Newton, pero va mucho más allá y explica extraños fenómenos que ocurren fuera de nuestra esfera de experiencias cotidianas. ¿Significa esto que Newton nos mintió? No, para nada, Newton explicó los fenómenos de la física que podemos experimentar habitualmente, cuando no vamos al extremo de la velocidad de la luz o consideramos agujeros negros o cosas por el estilo. Por eso es que todavía usamos a Newton como guía para todas nuestros cálculos cotidianos, pero sabiendo que tenemos esa otra teoría, más completa, para cuando queremos entender que pasa en condiciones muy diferentes a los que vivimos día a día.

Hablando del físico inglés Isaac Newton, hay una cita que tradicionalmente se le atribuye (aunque parece que en realidad es más antigua), que dice que "si he podido ver más allá es porque me encaramé a hombros de gigantes". Justamente, Newton hacía referencia a esta forma de trabajar incremental, donde el conocimiento se crea a través de diferentes actores, y cada uno de ellos se apoya en los anteriores para aportar su propia creación. Stephen Hawking tomó esta idea en uno de sus libros, explicando cómo los grandes hombres de ciencia como Copérnico, Galileo, Kepler, Newton y Einstein construyeron sus teorías a partir de las geniales contribuciones de sus predecesores.

A hombros de gigantes [fuente: Instagram]


¿Cuál era la utilidad social/demanda de la Tabla Periódica de los Elementos? Mendeléyev no tenía la menor idea. Hoy sabemos que es muy útil. [Blog Kosmologos]

La ciencia desde lo público

Volviendo al principio y retomando la idea de cerrar el Ministerio de Ciencia y Tecnología y el CONICET, primero sería interesante ver que hacen otros países más desarrollados que el nuestro, con economías más sanas y previsibilidad en la reglas. Un rápido vistazo, un poco al azar, nos revela que ninguno de ellos deja la ciencia de lado, y si bien hay una gran participación de los actores privados, los gobiernos invierten cantidades de dinero nada despreciables en financiar ciencia pública. A continuación menciono apenas unos pocos como para ilustrar esta idea:

Francia: El Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) cuenta con unos 31970 empleados según la Wikipedia. El Estado francés invirtió 2,35% del PBI en ciencia durante el año 2020 (datos del Banco Mundial).

España: El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) tenía unos 10600 empleados en el año 2018, según la web oficial. El Estado español invirtió 1,41% del PBI en ciencia durante el año 2020 (datos del Banco Mundial).

Brasil: El Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (CNPq) tiene unos 5000 empleados, de acuerdo a la web oficial., y el Estado brasileño invirtió 1,21% del PBI en ciencia durante 2019 (datos del Banco Mundial).

Alemania: La Sociedad Max Plack (Max-Planck-Gesellschaft) cuenta con casi 24000 empleados según la web oficial. El Estado Alemán invirtió 3,14% del PBI en ciencia durante 2020, de acuerdo a los registros del Banco Mundial.

Para poner en contexto, el CONICET cuenta con unos 12000 investigadores en su planta permanente, más un número similar de becarios (que no son planta permanente ni empleados del organismo). ¿Es mucho? ¿es poco? la pregunta no pasa tanto por el número, sino por lo que se hace, y eso es más difícil de cuantificar con un simple número. Además, no hay que olvidar que en la Argentina de hoy, año 2023, se financia a la ciencia (no solo al CONICET, sino a todo el sistema científico) con solo el 0,35% del PBI, una cifra mucho menor, tanto en proporción como en valor absoluto, que la asignada en países con mayor producción científica (el promedio mundial está arriba del 2%).

¿Significa que no hay que tocar nada y dejar todo como está? No, siempre se puede mejorar. Seguramente nuestros organismos de ciencia públicos pueden mejorarse. Como instituciones, envejecen y no siempre se adaptan adecuadamente a los tiempos que corren, y suelen estar plagadas de burocracia. Pero eso no quiere decir que deba renunciarse a la ciencia pública. Si la investigación científica fuera hecha solo por la iniciativa privada, entonces es más que seguro que los resultados de tales estudios también quedarían en manos de unos pocos, a pesar de poder representar un beneficio para todo el conjunto de la sociedad. Puede y debe haber colaboración público/privada, hay numerosos ejemplos de éxito en este sentido, no solo en el mundo, sino acá mismo, en nuestro país.


Trenes y más trenes

En Argentina nos hemos (mal)acostumbrado a perder el tren del desarrollo, entendiendo la palabra "desarrollo" en su más amplio significado. Personalmente creo que hay trenes que pasan varias veces, otros que solo lo hacen una vez y que hay unos más importantes que otros. Hay trenes a los que no deberíamos correr, ya se escaparon demasiado y no vale la pena seguirlos, el esfuerzo es desmedido. Hay trenes donde nos subimos, con mucho esfuerzo, en el vagón de cola. Bueno, si llegamos allí, no nos tiremos a las vías, hagamos un esfuerzo para avanzar sino un vagón, al menos un par de filas de asientos. Y hay otros trenes en los que nos acomodamos bastante bien hasta ahora. De esos, de ninguna manera, nos tenemos que bajar, costaron demasiado esfuerzo, dinero y conocimiento. La gran cuestión son los trenes que aún no pasaron y que lo harán en un futuro. ¿A cuál/es nos subimos? ¿Cuál/es dejamos pasar? Dejar pasar también es de sabios, evita realizar esfuerzos innecesarios y conservar las energías para otras cosas. Claro, que antes de eso tenemos que definir que es lo que queremos como país y como sociedad. Allí es donde está el núcleo de la cuestión, núcleo en el que, según mi opinión personal, lamentablemente no hemos logrado consenso amplios y generalizados.

El almirante Ackbar reconoce que el Imperio les ha tendido una trampa cuando los rebeldes atacan la Estrella de la Muerte en "El regreso del Jedi". De la misma manera, debemos analizar a la luz de la ciencia las trampas que se nos presentan en las batallas cotidianas. Fuente: Entertainment Earth.

Para pensar en casa

Cuando se deja de lado a la ciencia, la sociedad queda a merced de lo que diga el primer "experto" de turno que tenga un micrófono y una cámara a mano... y mucho peor si además tiene el poder institucional. Vivir sin ciencia implica quedar librados al capricho de terraplanistas, antivacunas, supremacistas, negacionistas del cambio climático, chamanes y profetas autodeclarados. Todo esto puede parecer hasta en cierto punto gracioso, pero no lo es. Más aún, no se puede tomar con humor a quienes invierten tiempo y dinero en cuestionar y negar los avances de la humanidad. Parafraseando algo que me dijo un amigo hace tiempo, hablando acerca del terraplanismo, creo que hay un mensaje semioculto en todas estas declaraciones y posturas anticientíficas, algo así como un caballo de Troya, sin caballo y sin Troya, pero con similar finalidad.

El cuadro de la conspiración sirve para ejemplificar que pasa cuando dejamos de lado a la ciencia y nos alejamos de la realidad. Fuente: Twitter (X).


Antes de finalizar, quiero recomendar una lectura adicional, más precisamente una carta que fue escrita hace más de 50 años. En 1970, una monja radicada en Zambia, la Hermana Mary Jucunda, escribió al doctor Ernst Stuhlinger, entonces director asociado de ciencia en el Centro de Vuelos Espaciales Marshall de la NASA, preguntándole por qué se gastaban miles de millones de dólares en investigaciones sobre una misión tripulada a Marte cuando había tantos niños que morían de hambre en la Tierra. La respuesta de Stuhlinger explica bastante claramente por qué es importante invertir en ciencia, sin descuidar las necesidades urgentes del hoy.

Ahora sí, creo que es un buen momento para despedirme hasta la próxima entrada. Gracias por leer.

Comentarios

  1. Mí postura es muy similar. Es una locura cerrar el CONICET. Pero si, yo le pondría algún tipo de control porque si bien dejar en manos privadas el control total de las investigaciones es casi lo mismo que dejársela en manos del estado. Uno por defecto y el otro por exceso. Quizás la solución pase por un mix, privatizar una parte, pasar la podadora y aprovechar lo mejor de los dos bandos, el privado que suele tener un mejor control del presupuesto y el estado para que el privado no pierda el foco.

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    1. Gracias por el aporte Ale. Se han instalado ideas erróneas a través de declaraciones sin sentido (e intencionales) que hacen mucho daño. El Conicet es mejorable, como la mayoría de las organizaciones, y puedo asegurarte que es muy difícil entrar y mantenerse en la carrera. Creo que de todos los organismos del Estado es uno de los más exigentes para con sus integrantes, con evaluaciones permanentes y bastante reglamentación. Además el Conicet interacciona con el ámbito privado, se hacen trabajos en conjunto, patentes, asesorías, etc. Más que una privatización habría que trabajar en una articulación más eficiente entre ciencia pública y desarrollos privados. Entre otras cosas, el Conicet puede aportar, desde el lado más tecnológico, haciendo I+D para empresas pequeñas que no pueden contar con su propio departamento de I+D. Aparte de eso, sin descuidar los aspectos de ciencia básica, que no suelen ser tratados por privados y que forman los escalones fundamentales del conocimiento.
      Abrazo Ale, y gracias por comentar.

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